Apretar el botón: el trabajo de sus señorías.

Los diputados en el Congreso son 350 y todos cobran un sueldo con diferentes complementos, además de tener gastos pagados y dietas, despacho, secretaria, etc. a cargo de todos nosotros. El sueldo base del diputado llano es algo más de 3.000 euros mensuales, pero hay complementos variables en función de sus cargos y pertenencia a comisiones, que llegan, en el caso del Presidente hasta 9.000 euros al mes. A pesar de tener expresamente prohibido tener actividad remunerada, la aplicación del principio tiene tantas excepciones y es tan opaca que el 90 % de los diputados tiene otras actividades. Sólo 35 diputados tienen dedicación exclusiva.

El trabajo del diputado de base es fácil. Tienen en su escaño delante de sí tres posibilidades: si, no o abstención, y un “diputado jefe de turno” les indica, levantando uno, dos o tres dedos, que botón han de apretar: lo hacen y ya está. Prácticamente todos, en cuanto votan, vuelven a sus quehaceres mientras esperan a ser avisados de que de nuevo hay votación por una campanita. El resto del tiempo el hemiciclo parece el desierto o casi. Por si fuera poco en cada escaño tienen ordenador y acceso a internet; algunos hacen bulto en su escaño mientras trabajan en otras cosas o se distraen navegando por la red. Los días de actividad del pleno son sólo tres a la semana, durante tres semanas al mes y durante ocho meses al año. ¡Agotador!

Esos señores son los “padres de la patria”, los encargados de hacer las leyes por las que nos gobernamos todos; son también los encargados de controlar al poder ejecutivo; ellos deberían ser la genuina representación del poder del pueblo.

Esta democracia representativa que tenemos no es participativa, será representativa pero aquí no participa nadie, ni los diputados. Los partidos se han convertido en organismos que tienen sentido en sí mismos; son maquinarias para detentar poder y punto.

¡Y eso con la que está cayendo!

¡”Mama”, yo quiero ser “diputao»!