Ahora mismo no se atreve nadie; haría falta demasiado morro, pero más pronto que tarde volverán a parecer los dogmáticos neoliberales como aparecen las setas después de una lluvia en otoño. ¡Atentos! Nunca han faltado. Estimularán su aparición, una vez más, los cínicos, y lo harán en cuanto vuelvan a necesitar de su complicidad para poder volver a abusar de todos los ilusos; los ilusos que enseguida se creen las respuestas que los dogmáticos tienen para todo, aquellos débiles mentales que nunca piensan por sí mismos, los pobres hombres, los  que creen que sus problemas y los de la sociedad se pueden arreglar con un recetario, o con un libro más o menos sagrado, o con una teoría económica o social simplista proporcionada por el dogmático de turno – me da igual que sea el marxismo que el liberalismo -.

Ahora todos parecen inclinados a cambiar el sistema imponiendo de nuevo normas severas para controlar los mercados, pero insisto, pronto empezaremos de nuevo a ver a los predicadores de la no intervención en los cruces de los caminos largando sus sermones mientras que los sinvergüenzas al amparo de la relajación se vuelven a forrar a costa de los ilusos indefensos. Suelo decir que los dogmáticos “creen” y por eso no necesitan pensar; ya tienen las respuestas a todas sus posibles preguntas. Los escépticos no paramos de hacernos preguntas, porque no estamos seguros de nada; somos refractarios a los predicadores de verdades reveladas porque no renunciamos a lo más humano del hombre: sus dudas, su capacidad de poner todo en cuestión constantemente como único elemento de progreso en el conocimiento. Pero quedan los cínicos que, como ahora acaban de hacer, no tiene el menor recato en poner a los principios a trabajar para ellos. Si me van bien los dogmas los abrazo, si no me convienen apostato, cuando me vuelvan a convenir ya me convertiré de nuevo. Y mientras tanto los ilusos sin atreverse a mandar al cuerno los principios del dogma y a pensar por sí mismos porque ¡da tanta pereza dudar y preguntarse todo de nuevo cada día!

¿Por qué no se suicidan? Los muertos están muy tranquilos.

Los escépticos tal vez no somos tan felices como los ilusos pero no hay quien nos pueda manipular. Somos libres.

Para haceros pensar en quién se lo lleva crudo mientras el contribuyente financia la intervención, que por cierto no va a destinada a regalar las casas que los pobres hipotecados hasta las cejas no han podido pagar, como era previsible, sino a garantizar que los bancos que prestaron sin garantía cobren, os reproduzco algunos datos: los CEO´s de las dieciséis compañías más afectadas por la crisis ganaron en 2007, 334 millones de dólares (236 millones de euros), un 30% más que en 2005. Daniel Mudd de Fannie Mae tendrá derecho a una indemnización de 8 millones de dólares si le despiden; Richard Syron el de Freddie Mac casi el doble: 15 millones; John Thain de Merrill Lynch y sus dos lugartenientes, los que fichó hace algo más de un año cuando se hizo cargo del puesto, se van llevar 200 millones de dólares si les echan; Robert Willumstad de AIG que lleva sólo tres meses en el puesto se llevaría 7 millones.

¿Será verdad lo de que no hay cosa más tonta que un pobre de derechas? A veces pienso que mucha gente debe pensar que puede que sea igual de tonto que un rico sea de izquierdas.

Para terminar un consejo: no os echéis al monte que así tampoco se arregla nada. Pero que no os roben el pensamiento nunca más los dogmáticos, sean del signo que sean. Sed libres aunque sea incómodo, lo otro es un suicidio de la mente y de la voluntad.

Amén.