El blog de Gustavo Mata

Estrategia: Las reglas del juego en los negocios

Etiqueta: discriminación

LA IGUALDAD

Llevamos unos días muy alborotados, en los mentideros políticos y mediáticos, por la significativa presencia de ministras en el nuevo gobierno de Zapatero.

Algunos misóginos impresentables se escandalizan de que hayan llegado al gobierno tantas mujeres y, para argumentar su prejuicio, muchos dicen que además algunas son tan jóvenes que no podrían lógicamente haber llegado ahí si hubieran sido hombres y que la única razón de haberlo logrado es su condición femenina; otros intentan descalificar que una de ellas es andaluza y experta en flamenco, ¡menos mal que es muy mona y decora mucho!; qué decir de los que se escandalizan de que la Ministra de Defensa sea una mujer – se dieron cuenta de que no necesita gritar ella tanto para que le conteste la tropa con el ¡viva España! y ¡viva el Rey tan fuerte como siempre! – ¡y encima embarazada! ¡y por si fuera poco catalana! ¡menos mal que casi tiene cuarenta años!, al menos es madura. ¿O no vale eso porque no se le nota tanto al edad? Lo peor ha sido los de Berlusconi con sus comentarios sobre el color rosa del gobierno y los problemas que le van a dar a Zapatero tantas mujeres. ¡Vaya personaje!

A mí no me parece que el gobierno sea una maravilla, no me termina de gustar el Presidente Zapatero, aunque Rajoy me parece penoso y por eso aquel resiste mucho mejor la comparación; algunos ministros me gustan, como la Vicepresidenta de la Vega y el Vicepresidente Solbes, otros no me gustan, como el Ministro de Justicia o la Ministra de Fomento, a los nuevos no les conozco de nada, pero no se me ocurre pensar en descalificar a nadie por ser mujer, o por ser andaluz, valenciano, ¡ni siquiera por ser catalán o vasco!, y eso que yo soy asturiano y estoy, por tanto, por encima del bien y del mal, como todo el mundo sabe que nos pasa a todos los asturianos, incluidas las asturianas. ¡Qué tontería!

¿No se han dado cuenta todavía estos señores de que cualquier tipo de discriminación basada en la edad, el sexo, la procedencia geográfica, el colegio dónde se estudió, cómo se apellida uno o la clase social a la que se pertenezca es un atentado a la eficacia de las organizaciones? No ven que cada vez que al no otorgar a todo el mundo las oportunidades que su talento merece, desperdiciamos inteligencia y capacidad y todos perdemos muchísimo.

Yo veo cada día gente joven capacitadísima, ellas frecuentemente mejor preparadas que ellos y más brillantes en cuanto a su potencial de desempeño de puestos de responsabilidad. Y son de todos las procedencias. Muchos de ellos son latinoamericanos: peruanos brillantísimos, colombianos con un rendimiento académico espectacular, argentinos que no responden a los estereotipos al uso, mexicanos muy competentes, eslovenos y búlgaros fantásticos…

Y qué decir de la edad. Ya voy peinando canas y reconozco que mi mejor momento profesional fue cuando tenía treinta y tres años; a partir de ahí no he crecido casi nada más que en edad. ¿Por qué no damos más paso a la gente joven en los puestos de responsabilidad?

En fin que a mí me parece que la igualdad va a mejorar la productividad en todos los sitios en donde se fuerce a que haya más mujeres y más jóvenes en todos los niveles de responsabilidad. No es fácil pensar que la actual cuota de representación de las mujeres sea la lógica dado su talento y preparación . Lo mismo digo de los jóvenes que están esperando impacientes a tener la oportunidad de dirigir y de los demás talentosos desprovechados por pertenecer a cualquier colectivo discriminado.

III. La mejora de la competitividad

Inversión en capital productivo La productividad depende del uso eficiente de los recursos, lo que depende de dos factores clave: capital y trabajo. Para mejorar la productividad es necesario aumentar la eficacia en el uso del factor trabajo: contener los salarios es obvio, y aumentar el rendimiento también; pero eso depende, sobre todo, aunque no sólo, de la inversión en capital: de la mejora de los medios de producción. Por tanto, la inversión en capital productivo debería seguir incrementándose y debería favorecerse e incentivarse desde las Administraciones Públicas. Innovación Otro aspecto clave es la innovación. No hemos destacado nunca por nuestra inversión en I+D. Muchos países emergentes están acentuando su esfuerzo investigador y España está cada día más lejos de lo que deberían ser sus objetivos. Pero, además de incrementar el esfuerzo investigador, sería necesario orientar bien la investigación: hacia aquellos aspectos que estén relacionados directamente con los problemas sociales, medioambientales, energéticos, culturales, etc. a los que se enfrenta la humanidad; e incluir siempre el criterio de rentabilidad a la hora de asignar prioridades. Este es uno de los frentes en los que se debería poner más énfasis en los próximos años. Especialización En una economía globalizada e integrada una vía para la mejora es la especialización: se debería dejar de producir aquello que no se hace de forma eficiente y producir aquello que se puede producir más eficientemente; tendríamos que centrarnos en los mercados y en los productos para los que tengamos, o podamos tener, mejores ventajas competitivas. Flexibilidad Para poder cambiar el modelo productivo, para hacer lo que mejor sabemos hacer y dejar de hacer lo que no hacemos de forma eficiente, no sólo es necesario el análisis, sería preciso promover la flexibilidad: desde los poderes públicos se debería facilitar la reasignación de los recursos productivos mediante la flexibilización de muchos aspectos excesivamente regulados. Doing Business clasifica ciento setenta y ocho economías según la facilidad que otorgan para hacer negocios. Doing Business está basado en la opinión de cinco mil expertos: asesores comerciales, abogados, administradores, funcionarios públicos y líderes académicos de todo el mundo. La clasificación se basa en diez indicadores sobre la reglamentación para la creación de empresas, analizando el tiempo y el coste necesario para poder cumplir los requisitos que establece el gobierno para la constitución de una empresa, el control sobre sus operaciones y su actividad, su fiscalización y su eventual cierre; éstos diez indicadores afectan concretamente a: constitución de empresas; solicitud de licencias; facilidad para contratación de trabajadores; registro de la propiedad; acceso a créditos; protección a inversores; fiscalidad; comercio exterior; protección jurídica de los contratos y normativa de quiebras y suspensiones de pagos. No se controlan variables como: política macroeconómica, calidad de las infraestructuras, volatilidad de la moneda, percepción del inversor o tasas de delincuencia. Las primeras veinticinco economías de dicha clasificación son: Singapur, Nueva Zelanda, Estados Unidos, Hong Kong (China), Dinamarca, Reino Unido, Canadá, Irlanda, Australia, Islandia, Noruega, Japón, Finlandia, Suecia, Tailandia, Suiza, Estonia, Georgia, Bélgica, Alemania, Países Bajos, Letonia, Arabia Saudita, Malasia y Austria. España figura en trigésimo octavo lugar en este ranking. La puesta en marcha de una empresa en nuestro país es una labor que ocupa cuarenta y siete días frente a los quince de media en los países de la OCDE, y el coste, expresado en porcentaje de la renta per cápita, es tres veces mayor que la media. Nuestro mercado laboral es de los menos flexibles: estamos en el lugar 154º entre ciento setenta y ocho economías. Por lo que se refiere a la carga impositiva estamos en el lugar 93º. Y en el 83º en cuanto a protección de inversores e inversiones. No cabe duda que en este ámbito hay un amplio margen de mejora y que estamos siendo sobrepasados por muchas economías emergentes. Este aspecto es fundamental, puede que sea el más trascendental de cuantos venimos comentando. La labor del gobierno debería centrarse en mejorar la flexibilidad de forma prioritaria con un esfuerzo sostenido y firme. Formación Existe otro aspecto fundamental del que depende la productividad: el talento. Cada persona con talento debe poder desarrollarlo. Todo lo que hagamos como sociedad para propiciar que ningún talento se malogre, que todo el que tenga talento se forme y lo acreciente, que la formación sea cada vez de mejor calidad, y, especialmente, la de nuestros profesionales y directivos de empresa, es fundamental. La inversión en educación es rentable a corto plazo. Creemos que se necesita un gran esfuerzo colectivo para mejorar este aspecto. Las universidades no están respondiendo a la sociedad formando a los profesionales que la sociedad demanda. España necesita una mejora drástica en este aspecto. Se debería promover con más medios y mejores programas la adecuación de la universidad a la sociedad. La puesta en marcha de las reformas comprometidas en el acuerdo de Bolonia es una oportunidad que no se debería desaprovechar. En lo que se refiere a ICEX se han puesto en marcha muchas iniciativas, pero sería preciso, a nuestro entender, potenciar aún mucho más las iniciativas y los programas relacionados con la formación: la mayor utilización de CECO como plataforma educativa propia, la extensión de la política de becas; el intercambio de experiencias exitosas de las empresas, con el apoyo de expertos que sean capaces de sistematizar el análisis de las causas y condicionantes de las mismas; la colaboración con universidades y escuelas de negocios. Eliminar la discriminación También la eliminación de cualquier discriminación o corporativismo, presente aún a todos los niveles en nuestro tejido empresarial, sería clave para mejorar la competitividad. Deberíamos hacer un esfuerzo de concienciación social al respecto; el único criterio para promover a las personas a los puestos clave debería ser el mérito, el talento; lo contrario supone un despilfarro inadmisible. También aquí tenemos un reto importante como país. La discriminación no sólo tiene un efecto directo; es peor el impacto indirecto por el desánimo y falta de compromiso que generan estas actitudes discriminatorias entre las personas con más talento. Un ejemplo paradigmático de lo que decimos es la discriminación de la mujer española en cuanto a su participación en los niveles directivos o en los consejos de administración de las empresas. No es el único, hay muchos otros, por ejemplo: en las empresas familiares, la práctica generalizada de promover a los puestos de dirección a miembros de la familia sin tomar en cuenta sus capacidades. El Gobierno debe promover un esfuerzo colectivo, comprometiendo a toda la sociedad, para atacar la discriminación y el corporativismo exclusivista de cualquier clase, a cualquier nivel; también, y de forma especial, en la propia administración pública, donde hay mucho que mejorar y desde donde se debe dar ejemplo. Gustavo Mata Fernández-Balbuena

El reto de mejorar la productividad

Publicado el (05-05-2006)

Enlace al artículo en CINCO DÍAS

En estos años pasados en España hemos crecido en renta y en empleo muy por encima de la media de la Unión Europea. Nuestro crecimiento ha estado basado en el tirón de la demanda interna especialmente ligado a la construcción y a los servicios, pero la contribución del sector exterior al crecimiento ha sido muy escasa. Hemos sufrido una constante pérdida relativa de competitividad. El diferencial de inflación de la economía española respecto de la del conjunto de los países del área euro ha influido en el deterioro constante de nuestra balanza comercial. A medio plazo se contempla para nuestra economía un crecimiento menor y un ajuste que vendrá, como siempre, vía empleo. ¿No hay nada que podamos hacer? ¿Debemos resignarnos?

Conseguir que la inflación española sea menor que la de nuestros socios cuando nuestros precios están aún un 20% por debajo de los europeos no parece un objetivo realista. La política monetaria para moderar esa inflación no está en nuestra mano; con tipos de interés bajos no parece fácil contener el consumo privado; y confiar en que nuestros políticos contengan el gasto público -el problema no es sólo lo que gastan sino en qué se lo están gastando- sería ingenuo a la vista de lo que vemos cada día en Ayuntamientos, Autonomías y Administración central.

¿Qué hacer? Todo el mundo señala que la solución es incrementar nuestra productividad.

Pero, ¿qué es la productividad?: la relación entre los bienes o servicios producidos y los factores utilizados. ¿Cómo incrementarla? La productividad depende del uso eficiente de los recursos y eso depende de dos factores clave: capital y trabajo. Para mejorar la productividad lo primero que se le ocurre a cualquiera -lo oímos cada día- es aumentar la eficacia en el uso del factor trabajo: contener los salarios, aumentar el rendimiento de los trabajadores.

Pero eso depende, sobre todo, aunque no sólo, de la inversión en capital, de la mejora de los medios de producción. Por tanto, la inversión en capital productivo debería seguir incrementándose y debería favorecerse desde las Administraciones públicas.

Vayamos un poco más allá. En una economía globalizada e integrada una vía para la mejora es especializarse: debemos dejar de producir lo que no hacemos de forma eficiente y sí producir aquello que se puede hacer más eficientemente; tenemos que centrarnos en los mercados y en los productos para los que tengamos, o podamos tener, mejores ventajas competitivas. Tal vez tengamos más a ganar innovando, haciendo nuevos productos para nuevos mercados más que haciendo mejor lo mismo que veníamos haciendo. Pero para poder cambiar el modelo productivo hace falta promover la flexibilidad; desde los poderes públicos deberíamos facilitar la reasignación de los recursos productivos: mirémonos en el espejo irlandés.

Pero hoy me interesa poner el acento en un aspecto substancial que se pasa por alto, casi siempre, en los análisis. La productividad depende de otro factor fundamental: el talento. Todo lo que hagamos para propiciar que ningún talento se malogre, que todo el que tenga talento se forme y lo acreciente, que la formación sea cada vez de mejor calidad, especialmente la de nuestros profesionales y directivos de empresa, es fundamental. La inversión en educación es rentable a corto plazo.

Finalmente señalaré lo que me parece más importante: está bien acrecentar el talento y sembrar para el futuro pero antes que nada debemos aprovechar el talento que ya hay en las organizaciones. Mientras no consigamos establecer una igualdad real de oportunidades en nuestras empresas, mientras no propiciemos que el único criterio para seleccionar a las personas o para promocionarlas a puestos directivos de cualquier nivel sea el talento estaremos perdiendo la más importante fuente de mejora de la productividad a corto plazo en nuestro tejido empresarial. ¿Cuánto corporativismo absurdo queda por ahí?, ¿cuánto prejuicio basado en qué título tienes, dónde has estudiado, de qué familia eres o a qué clase social perteneces sigue instalado en el mundo de los negocios en nuestro país? Yo lo sé: mucho.

De otra parte, ¿cuánta discriminación hay en la empresa basada en el género?, ¿cuánto nos cuesta en términos de productividad que haya tan pocas mujeres en puestos directivos?: si ellas, las mejores, no están en la dirección, es evidente que hay muchos puestos clave ocupados por personas no tan competentes como si fueran ellas quienes estuvieran.

Estas discriminaciones no sólo tiene un efecto directo; es peor el impacto indirecto: ¿cuánto desánimo y cuánta falta de compromiso generan, entre las personas con talento que contemplan esa forma de actuar, estas actitudes discriminatorias generalizadas?

Eliminar radicalmente la discriminación en las empresas es una revolución pendiente, un cambio cultural que debemos impulsar todos: ¡nos va demasiado en ello!

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