Me he impuesto la disciplina de que cada vez que leo una opinión de alguien sobre algo debo leer otra opinión diferente sobre el mismo tema. Así, este verano me he tragado «Franco, mi padre», de Jesús Palacio y Stanley G. Payne, sobre los recuedos de Carmen Franco, para purgarme de «Vida y tiempo de Manuel Azaña 1880-1940» de Santos Juliá. También he leido «Franco para antifranquistas de Pio Moa» para compensar la lectura de «La crispación en España» de Santiago Carrillo. Y así. Ya véis que estoy llevando al límite mi afán por ganar en ecuanimidad aunque eso me lleve a leer algún que otro bodrio.

Por eso mismo, tengo permanentemente abierta la versión digital de EL PAÍS y la de EL MUNDO. Suelo estar más de acuerdo con EL PAÍS, me parece más serio que EL MUNDO -ojo he dicho más serio, no serio-, pero no me parecen neutrales ninguno de los dos. Para estar realmente informado se debe tomar en cuenta qué se dice sobre un tema y quién lo dice. Si además se toman en cuenta varias opiniones se hace uno mejor con un criterio propio.

Por si acaso no estuviera ya todo claro os recomiendo la lectura de los editoriales que EL PAÍS, EL MUNDO, ABC y EL PERIÓDICO dedican al asunto Gürtel.

Don Tancredo era un cómico taurino que basaba su arte en estar metido en un barril o sobre él, muy quieto en el centro del ruedo, cuando el toro salía de los chiqueros. Lograba pasar desapercibido para el toro a base de estarse quieto, absolutamente quieto. A mí, últimamente, Rajoy me recuerda a Don Tancredo cada vez que sale en los medios.

Dicen que Franco -otro gallego de pro- tenía los asuntos que caían en su mesa en dos enormes montones: en el de la derecha ponía los asuntos que el tiempo arreglaría y en el de la izquierda los que no tenían solución.

¡Ay Mariano! Me encuentro contigo cada día en el rellano y, nunca sé si subes o bajas la escalera.