Más de 1.000 millones de personas viven con menos de 1 dólar por día, lo que les condena a pasar hambre, a estar desnutridos: su alimentación no es suficiente para satisfacer sus necesidades energéticas mínimas.

Os comentaba el otro día en mi post G-8 QUÉ VERGÜENZA PLANETARIA, que el primer compromiso asumido por toda la comunidad internacional en los ocho objetivos del milenio era erradicar la pobreza extrema y el hambre. Parecía que esta vez iba en serio. Pero Bush se ha encargado, como con casi todos los compromisos internacionales asumidos, a echarle agua al vino durante sus dos mandatos. Pero ahora, con la crisis, empiezan a extenderse al G-8 las reacciones tibias con esos compromisos, como pudimos ver hace una semana.

Debemos recordar y recordarles constantemente que esos ocho compromisos, que iremos comentando, son una obligación para todos. Y que nos va demasiado a todos en lograrlos.  Es un problema que se puede arreglar. Se sabe cómo hacerlo y los medios para lograrlo son asumibles para la Comunidad Internacional. Sólo falta recuperar la plena voluntad política para hacerlo. La que llevó a tomar el compromiso.

Somos hoy 6.600 millones de personas, pese a la disminución de la tasa de fertilidad en el mundo -especialmente en el rico- en unos pocos años, en 2050, seremos según las previsiones medias, algo más de 9.000 millones. Mientras el mundo rico seguirá estando integrado casi por los mismos 1.200 millones de personas, será en los países más pobres en donde se vaya a producir el incremento desde los 5.200 millones actuales a los 7.800 millones: 1.000 millones más en África y 1.300 millones más en Asia. ¿Os parece que hay que preocuparse? El problema debe ser atajado inmediatamente.

Si bien es cierto que la riqueza en el mundo no para de aumentar y que ha disminuido globalmente el número de pobres, especialmente en Asia, la trampa de la pobreza extrema en la que se hayan atrapados esos 1.000 millones de personas es una situación inmoralmente insostenible para la humanidad, que tiene solución y que el mercado no va a arreglar.

El año en que yo nací, los ricos eran un tercio de la población del planeta. Hoy, 60 años después, los ricos sólo somos la sexta parte de esa población. La desigualdad en el mundo no para de crecer. En el año 1800 la nación más rica de la tierra -Inglaterra- era tres veces más rica que la más pobre -en el África subsahariana-. Hoy la nación más rica de la tierra -USA- es veinte veces más rica que la más pobre. En 200 años el desfase, la desigualdad, se ha multiplicado tremendamente y sigue incrementándose.

En el África subsahariana las mujeres se ven impelidas a tener hasta seis hijos, para poder asegurar tres varones, lo que, dada la elevadísima mortalidad infantil, garantiza que, al menos, uno de los varones, el probable superviviente, pueda hacerse cargo de los padres ancianos. Eso condena a todos ellos -padres e hijos- a la miseria. No se sabe cuál es la causa y cuál el efecto. Pero da igual. Es una espiral en la que están atrapados y de la que solos no podrán salir. Las tasas de fertilidad total femenina –número de hijos por mujer- son en África  5 y son todavía mayores en los países al sur del Sahara: Níger 7,5, Mali, 6,7, Chad, 6,5, Sierra Leona, 6,5, Burkina Faso, 6,4, etc. Esas tasas se asocian a tasas de mortalidad infantil elevadísimas, alto índice de población rural, deterioro medioambiental irreversible, analfabetismo, inasistencia a las escuelas de las niñas, etc.Las consecuencias alimentan las causas.

Las mayores brechas de renta en el planeta se producen entre la zona africana, la ribera sur del Mediterráneo, y la zona europea, la ribera norte, y entre la frontera entre México y EEUU. España está en la raya de la brecha. ¿Os extraña que estemos sometidos a fuertes tensiones migratorias? ¡No se le pueden poner puertas al campo! La inmigración no es el problema es simplemente un síntoma de un problema mucho más grave. Lo tenemos que solucionar y, entre todos, lo podemos solucionar.