El blog de Gustavo Mata

Estrategia: Las reglas del juego en los negocios

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SÍNTOMAS

Dice Almunia, Comisario Europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, en una entrevista concedida al diario italiano «La Stampa», hablando de la crisis, que observa «síntomas mejores respecto a hace tres meses”

Me pregunto yo qué será un síntoma mejor.

Dice la Real Academia:

síntoma.

(Del lat. symptōma, y este del gr. σύμπτωμα).

1. m. Med. Fenómeno revelador de una enfermedad.

2. m. Señal, indicio de algo que está sucediendo o va a suceder.

Un síntoma mejor sería, en la primera acepción de la Academia un fenómeno revelador de una enfermedad que se observa con más claridad, un síntoma mejor sería un síntoma más claro. Según la segunda acepción sería un indicio también más claro, más evidente, de que algo está sucediendo o va a suceder.

¿Será que hasta ahora no entendía qué está pasando y que ahora empieza a entenderlo?: No.

Por lo que dice a continuación se ve que no es eso. Los síntomas mejores son que: “algunos bancos han anunciado resultados más favorables de lo esperado, el mercado de la liquidez va un poco mejor y el compromiso de los gobiernos con los trabajadores públicos comenzará a dar frutos pronto”.

Lo que tal vez quiere decir Almunia es lo contrario de lo que dice, es decir, que los síntomas de la enfermedad se desdibujan, no son tan claros como eran, que hay señales de mejora. Pero no se atreve a decirlo tan claro, o no sabe.

Luego añade: “aunque «todas las previsiones prometen un crecimiento negativo en Europa para este año y una situación muy incierta en sectores de arrastre como la industria, la construcción y los servicios”. ¿En qué quedamos?

O sea que el Sr. Almunia, aunque es economista, es sobre todo un político y por lo tanto no quiere hablar claro. ¿O no puede?

El problema en esta crisis, como en todas, pero en esta aún más, es que nadie sabe cómo vamos a salir de ella. Es algo nuevo, es la primera crisis global; nadie sabe realmente nada. Cómo entramos ya hay quien se atreve a explicarlo, pero sobre cómo y cuándo vamos a salir no hay forma de oir nada que sea preciso ni consistente.

Ya se sabe, muchos explican las cosas una vez que han ocurrido. Pero casi nadie se atreve a hacer de profeta y los pocos que se atreven se equivocan mucho.

PREVISIONES MÁS Y MÁS PESIMISTAS PARA NUESTRA ECONOMÍA

Bruselas auguró ayer para España, por boca del Comisario Joaquín Almunia una tasa de paro del 19% en 2010. España será el país de la zona euro, dice, más castigado por la crisis con un descenso del PIB del 2 %  en 2009 y tardará más en salir de ella. Hace tres días, el Gobierno pronosticó el 15,9% de paro en 2009 y el 15,7% en 2010. Estas previsiones de Bruselas suponen una profunda revisión de las presentadas por el pasado noviembre.  Dice Leire Pajín del PSOE que en Bruselas «se han equivocado muchas veces, ahora también puede ocurrir». De acuerdo,  pero cuidado con las palabras  ¡Mira Leire que si se equivocan y es aún más!

Mi tesis es que en Bruselas no tienen ni idea de la que se nos viene encima y no paran de corregir al alza sus previsiones,  por si acaso. De hecho reconocen lo que digo cuando manifiestan que las previsiones «encerraban un nivel de incertidumbre excepcional.

Y en España, el Gobierno continua dándonos las malas noticias poco a poco, negando la evidencia si es preciso, con lo que nos está exasperando a todos, y la oposición parece encantada con que nos vaya así de mal, con lo que nos está logrando irritar también bastante. Se vuelven a equivocar de actitud unos y otros; todos. ¡Qué malos son! ¡Qué falta de competencia!

Dice Almunia que la situación es peor en España porque «la recuperación se produce con una lentitud algo mayor debido a que el ajuste en el sector de la vivienda es más difícil y toma más tiempo que en otros sectores».  No lo entiendo. ¿Por qué? Nadie se lo ha discutido, pero yo no estoy de acuerdo. En España hay una demanda latente de vivienda grande y si se ajustan los precios a la baja resurgirá ésta.  El stock de viviendas vacías se puede corregir en un año, a partir de que las expectativas de todos cambien. Tanto la demanda de vivienda en las  ciudades como segundas viviendas en la costa puede resurgir en cuanto bajen los precios y se vea que ya no bajarán más. El ajuste de los precios ya se está produciendo; rápidamente. Los precios del suelo ya se han derrumbado. Los tipos de interés a los que endeudarse para la compra de vivienda están muy bajos. La inflación está controlada. Puede que tenga razón Almunia, pero que nos explique por qué. De momento me parece una afirmación gratuita.

No estoy diciendo que saldremos de ésta enseguida, ni unos ni otros, pero no me parece justificado este pesimismo diferencial sobre España. Lo que tenemos que corregir y se corregirá por narices es el déficit exterior. Nadie nos va a financiar más a familias y empresas españolas nuestro endeudamiento. Al estado sí. Pero lo que debe hacer el Gobierno es cuidar que el déficit público no se dispare. Ya sé que debe aumentar el gasto público, pero cuidado con eso. Se está proponiendo gasto de forma precipitada y  sin demasiado criterio. Luego digerir los excesos es mucho más duro y eso pude lastrar la salida de la crisis. Y, sobre todo, no perdamos la ocasión de flexibilizar nuestra economía y de eliminar trabas y privilegios de castas funcionariales que al final sí que van a retrasar el ajuste y a impedir o dificultar que se haga bien y rápido. Pero para eso hay que atreverse a tomar medidas impopulares. Ni la oposición se atreve a proponerlas ni el Gobierno parece tener el coraje necesario para implementarlas.

 

LA AMBICIÓN Y LA CODICIA NO SON LAS CAUSAS DE ESTA CRISIS

Dicen algunos – como por ejemplo el Comisario Joaquín Almunia, aunque no es el único, también lo dice, entre otros muchos, Isidre Fainé presidente de La Caixa – que la causa última de la crisis en la que estamos empantanados es la ambición; la razón por la que nos pasa lo que nos está pasando, dicen, es la codicia humana.

Hagamos la preceptiva vista al diccionario de la RAE para aclarar significados: ambición: deseo ardiente de conseguir poder, riquezas, dignidades o fama; codicia: afán excesivo de riquezas; deseo vehemente de algunas cosas buenas.

Todo lo que pasa, el desarrollo y la crisis, tienen esas causas últimas: la ambición y codicia. Sin afán por mejorar, sin ambición, sin codicia no hay progreso ni tampoco habría crisis; estaríamos en la crisis permanente de la inacción.

Sinceramente no veo nada intrínsecamente malo en la ambición ni en la codicia. ¿No habíamos quedado en que la búsqueda del beneficio individual llevaba a todos a las mayores cotas de bienestar colectivo? ¿No era esa la mano invisible de Adam Smith, que gobernaba más sabiamente que ningún dirigente el mundo y la economía?

Lo que ha ocurrido es que los partidarios de la libertad sin límites han pensado que el ejercicio de la libertad era posible sin un marco regulatorio que obligase a todos a respetar unas reglas comunes. No han sido unos ingenuos bienintencionados los que lo promovieron; sabían bien lo que hacían; trataban de moverse en la frontera de la legalidad, del lado de fuera, aprovechándose de la llamada auto regulación.

Ha habido demasiado neoliberalismo dogmático y demasiada intoxicación programada con el eslogan: el estado es el problema y no la solución. Estos neoliberales dogmáticos les han hecho el caldo gordo a los cínicos de siempre, a los que la única libertad que les interesa es la propia. Éstos, más que libres, prefieren sentirse impunes para poder abusar de los demás sin riesgo, mientras encargan a algún ideólogo barato que tenga entretenida a la multitud con su discurso sobre la bondad de la libertad sin trabas.

La asunción de riesgos excesivos, la gestión inadecuada de los bancos proponiendo nuevos instrumentos – que más que de ingeniería financiera eran de juzgado de guardia, o sea auténticas estafas -, la falta de control público en los mercados financieros, la ingenuidad o la desvergüenza de pensar que la auto regulación era suficiente, cuando era evidente que se estaba consintiendo que los desaprensivos se apropiaran de la riqueza de los demás, explotando su deseo de ganar más que el resto, etc.; esas son las causas.

La verdadera causa de cómo estamos no es la ambición ni la codicia, sino la insensatez de muchos, la golfería de algunos y la candidez de la mayoría.

Ahora toca arreglar el desaguisado cósmico echando mano del denostado estado y de su intervención.

Sí, el mercado libre asigna bien los recursos, pero para que ese mercado pueda funcionar hace falta un marco regulatorio claro con un poder coercitivo que garantice que todos respetan las reglas. Eso pensamos los liberales; los verdaderos liberales; los que amamos la libertad de otros, para discrepar de lo que pensamos nosotros, más aun que nuestra propia libertad, para discrepar de lo que dicen ellos.

El mercado asigna bien los recursos, mejor que ningún otro mecanismo, pero no soluciona todos los problemas; disminuye la pobreza, pero incrementa la desigualdad hasta la obscenidad; explota eficientemente los recursos, pero sin pensar en los efectos perversos a largo plazo, que ya están degradando irreversiblemente el planeta; y mantiene fuera del sistema a miles de millones de seres humanos en el límite entre la pobreza extrema y la supervivencia.

Esperemos que este fin de semana los líderes europeos hayan convencido al imperio, y a los demás países, de sus tesis a favor de una mayor regulación y control de los mercados financieros, de su posición a favor del comercio internacional sin cortapisas proteccionistas, y que de verdad para atajar la crisis se haga un gran plan de inversión pública mundial que anime a la deprimida economía de libre mercado.

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