Todo cambia, nada permanece; sólo el cambio es permanente”.

Heráclito de Éfeso, 450 años antes de Cristo.

Peino canas -menos de las que me gustaría porque se me ha caído mucho pelo- y ya he visto muchas crisis. Cuando las cosas van mal, muy mal, parece que nunca van a mejorar. Todos se desaniman. Bueno, casi todos. Justo cuando esa impresión es más generalizada hay una segunda o tercera derivada positiva de la variable en declive, que sólo algunos aciertan a ver, y la situación empieza a evolucionar positivamente. Para esos, las crisis son la mejor de todas las circunstancias posibles. También cuando la situación de bonanza dura y dura, justo cuando parece que esta vez la bonanza va a durar siempre, algo imperceptible cambia y todo se viene abajo con estrépito. Sólo algunos lo perciben anticipadamente, y cuando se desencadena la tempestad, ellos están seguros en un puerto abrigado. Los demás lloran.

Crisis, etimológicamente del latín crisis y, a través de éste del griego κρίσις, significa cambio brusco, momento decisivo, situación dificultosa. Crisis es cambio y cambio acelerado, también cambio imprevisible, cambio que crea dudas, que provoca perplejidad, que genera ansiedad, que produce desasosiego,…Pero, ante todo, para vosotros, la crisis debe ser algo que genere esperanza, ánimo, expectativas de mejora; una circunstancia frente a la que merece la pena movilizar el afán de logro, el deseo de triunfo, las ganas de tener éxito,… La necesidad agudiza el ingenio. Hay quien sostiene que κρίσις -crisis- viene de Kρινω, -cribar, discernir; separar la paja del grano-. No sé si es cierto, pero sí sé que en las crisis debemos cribar oportunidades y que la crítica y el criticismo Kantiano -que obliga a cuestionar las cosas y a cribar y discernir los conceptos- es el origen del progreso del conocimiento y de la ciencia.

Los viejos y los instalados solemos ver el cambio, en general y especialmente el cambio brusco, como una fuente de amenazas a nuestra estabilidad, pues pone en cuestión lo que ya hemos logrado, cambia las reglas de un juego para nosotros conocido y dominado en el que nos desenvolvemos con comodidad. Pero ¿y para los jóvenes? ¿Cómo debéis ver los jóvenes el cambio?: no tengo ninguna duda, el cambio, para vosotros, es la fuente de todas las oportunidades; mejor el cambio profundo que el cambio sosegado; las crisis son vuestras amigas, las que os van a permitir posicionaros mejor.

Suelo decir que el cambio es la primera materia con la que trabajan los directivos. Si nada cambiara ¿haríamos falta? Cuando los entornos apenas cambian y el cambio es previsible cualquiera sirve para dirigir. Por eso, en estas etapas y en esos contextos, es cuando se suele nombrar a validos, parientes y toda suerte de recomendados para dirigir. Cuando el cambio se acelera y se hace menos previsible, más profundo, más impactante, más global es cuando hace falta verdadero talento para dirigir, para saber anticipar el cambio, para lograr posicionarse adecuadamente ante él. Por eso, en tiempos de crisis, sólo los que tienen talento son promovidos a los puestos clave. Los que tiene talento y que además sean optimistas, los tristes no sirven para nada.

¡Enhorabuena a los talentosos! ¡En la crisis vais a tener más oportunidades que nunca!