Los neoliberales  americanos -neoliberales por llamarles algo; me refiero, lógicamente, a la administración republicana, casi cesante, del ínclito George W. Bush- han sorprendido a toda la izquierda -por llamarla también así; me refiero al partido demócrata y singularmente a la candidatura de Obama- adelantando su línea defensiva casi hasta el centro del campo de juego dejándo a todos en flagrante fuera de juego. Tan es así que incluso Mc. Cain se ha permitido el lujo de ser más crítico con la medida de Bush que el propio Obama. Vamos a ver qué consecuencias tiene esta maniobra tan burda y tan obscena en la campaña electoral y en las elecciones de Noviembre. Creo que va a resultar decisivo.

Eso supone un cinismo atroz por parte de Bush y  una ingenuidad tremenda por parte de los otros. Bush -es el colmo- llega a decir que ya veremos cuál ha sido la causa, que ahora hay que arreglar los efectos, como si éstos, los efectos, fueran independientes de la causa. ¿Cómo entender ésto? Muy sencillo la causa del desastre es su política de liberalismo a ultranza y de relajación dolosa de los controles apelando a la libertad de los mercados hasta ahora sacrosanta. Eso es lo que habría que corregir y dejar que cada palo aguantara su vela para que la crisis la pagaran los que la han provocado. Pero la mejor forma de pasar desapercibido es decir: yo lo arreglo sea cuál sea la causa; en lugar de decir: lo tengo que arreglar porque los afectados son mis amigos, cargándole al contribuyente en general el coste del fracaso del sistema financiero capitalista por culpa de mi falta de control y de mi política de liberalismo a ultranza; dicen: yo lo arreglo para que veáis cómo soy de bueno y luego ya veremos cuál era la causa. Y a Obama le dejan sorprendido y se ve obligado a decir que ahora lo importante es arreglar el lío sin más remedio que estar de acuerdo, mientras Mc. Cain se atribuye el papel del crítico. ¡Qué listo!

En España la izquierda cargada de complejos por su pasado dogmático e intervencionista, por lo que podríamos llamar sus pecados originales, estaba tratando de hacerselos perdonar adoptando la línea de que es mejor dejar que el mercado arregle las cosas aunque haya que correr con el gasto social que supone la crisis en parados, presumiendo de ello, y se ha encontrado con la mayor intervención que los siglos han contemplado, propuesta sin el menor pudor por aquellos que habían elevado a la categoría de sacrosanto el principio de que todo lo arregla el mercado. ¿Qué dicen?: nada, les han dejado sin argumentos.

Preparaos ahora a oir el coro de los monaguillos del imperio yankee, en su versión más derechista, los monaguillos de este lado del Atlántico quiero decir, entre los cuales está casi como sacristán mayor honorario nuestro ex Presidente Aznar, rizando el rizo. Seguro que van a aplaudir hasta con las orejas; no sé aún con qué argumentos pero seguro que con un poco más de cinismo aplicado los encontrarán: veáse el razonamiento de Díaz Ferrán en el pasado reciente. De paso acusaran a Zapatero de ingenuidad y de inacción frente a la crisis. Con razón. Al fín vuelve a ser el bamby que parecía al principio: un pardillo, vamos. Va a ser de aupa el ataque. ¡Qué mas da que todo esté basado en una obscena forma de manipular todo! Lo lamentable no es sólo lo que van a hacer unos, es igual de lamentable lo que por acción, y sobre todo por omisión, están haciendo y dejando de hacer los otros.

¡Ay!