El blog de Gustavo Mata

Estrategia: Las reglas del juego en los negocios

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¿ES RAZONABLE DEJAR QUE LA ECONOMÍA SE RECUPERE SOLA?

Hay hoy en día economistas que se oponen a que los Gobiernos intervengan con inversiones masivas para estimular a la economía en una profunda recesión. Sobre todo en Harvard.

Hay precedentes; entre otros:

Lord Overstone, quien en 1837 decía:

«… reposo, mejora, confianza creciente, prosperidad, excitación, recalentamiento, convulsión, presión, estancamiento y escasez, para acabar de nuevo en reposo.»

Los ciclos son naturales y hay que dejar que se produzcan.

Mucho después, Joseph Alois Schumpeter, que se distinguió por los ataques al New Deal , el plan de recuperación económica de Roosevelt, decía:

“… de la misma forma que cada “boom” destruye el equilibrio, cada depresión tiende a establecer uno nuevo. “

Para él las depresiones son algo bueno, porque proporcionan una catarsis después de las distorsiones de la expansión económica que las precede.

Edward Hastings Chamberlin, mi adorado introductor del modelo de la teoría de la competencia monopolística, que tan clarificador resulta para entender la competencia real, llegó a decir que las depresiones eran «imposibles» porque la demanda nunca podía ser más baja que la oferta. Sí, ¡lo dijo!

También el profeta de los neoliberales Friedrich Hayek, insistía en limitar la expansión del crédito durante la depresión del año 31, amparando la no intervención del estado en la crisis.

En ese año, en una conferencia le preguntaron a Hayek: «¿Quiere decir que si usted me presta una libra y la gasto en consumir algo estoy haciendo que la depresión empeore? Hayek le respondió: «Sí, y es muy complicado explicar por qué».

¡Y tanto!

Yo no creo que ninguna teoría explique perfectamente cómo se entra en las crisis y, sobre todo, cómo se sale. Pero propugnar que los excesos se digieran solos no me parece adecuado.

Yo estoy más cerca de las tesis de Keynes. En este momento, a mi juicio, el estado debe intervenir masivamente.

CRISIS. NO SÓLO CAEN LAS COTIZACIONES, ALGUNAS IDEOLOGÍAS TAMBIÉN SE DERRUMBAN.

Lo que empezó siendo una grave crisis financiera y continuó siendo una más que grave crisis de confianza, ya está afectando gravísimamente a la economía real. La recesión es un hecho en los países desarrollados y los países emergentes y los productores de primeras materias, a los que hasta ahora les había ido relativamente bien, también empiezan a estar afectados. Nadie está a salvo.

Hace año y medio, todavía la economía mundial continuaba creciendo. Hasta el verano de 2007 seguíamos instalados en el optimismo. Tras tres lustros de crecimiento sostenido de la economía casi nos habíamos olvidado de que en la economía hay ciclos. La crisis de las hipotecas basura se inicia al empezar a desinflarse la burbuja inmobiliaria en los EEUU que había sido alimentada por los bajos tipos de interés, tan bajos que eran negativos si se descontaba la inflación, que durante demasiados años promovió el otrora gurú indiscutido Alan Greenspan. Al devaluarse bruscamente los activos inmobiliarios comenzaron los impagados y la caída del valor real de los productos estructurados que la Banca de Inversión montó con la colaboración dolosa de las agencias de rating en los que se disimuló la baja calidad crediticia de éstas hipotecas subprime mezclándolas con otras. La contaminación subsiguiente de una buena parte de la banca internacional, que había comprado los activos estructurados contaminados, y su ocultación también dolosa, pues en lugar de aclarar cuanto antes hasta que punto estaban afectados lo ocultaron mientras pudieron, generó una tremenda desconfianza entre los bancos. Eso devino en una crisis de liquidez que se trasladó a las empresas y que generó la desconfianza de los depositantes que retiraron sus depósitos hacia activos más sólidos como la deuda pública. Las bolsas se han derrumbado. Los mercados de futuros también. Muchos bancos hubieran suspendido pagos o quebrado de no ser por la masiva intervención pública. Falta el crédito y las empresas empiezan a colapsarse. El paro se dispara. La lista de víctimas aumenta.

Pero también hay víctimas ideológicas: la contrarrevolución neoliberal y neoconservadora que se inició hace veinticinco años, con Ronald Reagan y Margaret Thatcher, que se había instalado como un nuevo paradigma de obligada aceptación en todo el mundo, se derrumba. La verdad es que Reagan y Bush dejaron gigantescos déficits y la economía creció tanto con ellos como con Clinton, y con él con superávit público, pero nada de eso importaba. El liberalismo sin límites estaba basado en la revelación divina o casi.

Pero ahora la desregulación y la autorregulación que eran los nuevos paradigmas son abandonadas y el nuevo paradigma es la intervención. Los mercados que eran los que mejor asignaban los recursos son intervenidos sin reparo ni pudor alguno. Antes cualquier intervención era perversa; ahora la carrera para ver quién interviene más imparable. El Estado es el problema y no la solución, decían los que ahora dicen la intervención del estado es la única vía de salvación. Los epígonos seguidores fanáticos del neoliberalismo más radical son hoy los protagonistas de la mayor intervención estatal en la economía que los siglos han contemplado.

Una forma de entender el mundo se ha derrumbado. Los libros de Hayek, Fridmann, etc. que había cuestionado radicalmente el papel del estado en la economía son retirados a la parte menos visible de las bibliotecas. Las antes despreciadas tesis de John Maynard Keynes, están siendo de nuevo aplicadas; sus libros desempolvados y colocados en el sitio de honor, el más visible.

Como bien dice Krugman “La línea intermedia de Roosevelt, Truman, Kennedy y Clinton habría evitado el caos y las quiebras de hoy….el capitalismo libertario del laissez-faire que predicaban Milton Friedman y Friedrich Hayek, al que se permitió desbocarse sin reglamentación…es la fuente primaria de nuestros problemas de hoy. Hoy estos dos hombres están muertos, pero sus envenenados legados perduran.”

Cuando todo se aclare, que se aclarará aunque tarde en hacerlo, ¿alguien volverá a levantar la bandera del liberalismo sin controles? Seguro que sí.

El mercado asigna muy bien los recursos pero no lo arregla todo. Sin controles ni regulaciones los mercados tienen muchos efectos perversos. Lo decía ya Adam Smith. Ninguna teoría explica todo ni se debe aplicar sin restricciones.

TEORÍAS

La base inicial de la teoría es la observación atenta de lo que ha ocurrido – inicialmente se acota lo que ocurre -, luego – mediante la especulación teórica – se explica lo ocurrido y por fin se articula la teoría completa. Cuando es así, cuando la teoría explica bien lo ocurrido, se adopta socialmente de forma masiva y se instala como un dogma. Y, a partir de ahí, se aplica para la interpretación de los nuevos fenómenos que se observan y para la predicción de lo que pueda ocurrir. Todas las teorías son formalizaciones simplificadoras de la realidad que tratan de explicar y justificar aquello que ya nos ha ocurrido.

Las personas necesitamos respuestas a nuestras preguntas, lo ignoto nos llena de ansiedad y sufrimos en medio de la cavilación y la duda; cuando por fin, instalada la teoría, todo tiene explicación, porque al fin hemos descifrado el código, porque dominamos el arcano y ya tenemos las claves para interpretar lo que ocurre, nos tranquilizamos. Se acabaron las preguntas y las dudas, ahora es el tiempo de las respuestas, el tiempo de las certezas. Esto es más confortable, no hay duda. Ante la perplejidad paralizante que nos atenaza cuando no entendemos algo, la teoría que lo explica, lo justifica y lo integra nos sirve de bálsamo social. La aceptación de los principios de la teoría provoca la desaparición de la ansiedad social y, aceptadas las bases por todos, puede comenzar la explotación de la teoría en la práctica: basándose en la teoría se desarrolla la ciencia y basándose en la ciencia se desarrolla la técnica.

Las teorías sirven para explicar lo que ya ha ocurrido, aunque, ya instaladas y aceptadas, pronto tratan de prevenir lo que nos pueda ocurrir. Pero la realidad social es tan cambiante y las teorías – por necesariamente simplificadoras – son tan inexorablemente parciales e incompletas que pronto aparecen nuevas evidencias experimentales que contradicen la teoría instalada. ¿Qué hacer entonces? La reacción social ante hechos que no somos capaces de entender, porque no se ajustan a las presunciones en las que están basados los paradigmas que integran la teoría establecida, no es nunca cuestionar la teoría sino más bien negar la evidencia, ocultar el hecho, o al menos intentar manipularlo o modificarlo. Parece mentira, pero así ha sido en la historia y así seguirá siendo; este comportamiento está en la naturaleza social del ser humano. Cuando se empiezan a acumular evidencias en contra de la teoría establecida nadie la pone en cuestión, antes preferimos no mirar lo que está pasando. Algunos individuos – usualmente los raros, los marginales, los rebeldes, los contestatarios, etc. – empiezan a protestar ante el embalsamiento de la realidad que supone la actitud mayoritaria de negar la evidencia, y son reprimidos y castigados por su actitud; los instalados, los oficialistas, los laureados, los académicos se aferran al paradigma apasionadamente y lo defienden a pesar de que cualquiera que no estuviera envuelto socialmente en la teoría, abrigado por ella, protegido por ella, y que conservara la lucidez, podría ver nítidamente lo que ocurre.

Al final, por acumulación de evidencias inexplicadas, y negadas pese a la evidencia, la crisis es inevitable; de pronto el castillo de naipes se desmorona, la teoría se derrumba y la perplejidad se instala en medio de la sociedad. Cuando la crisis se instala en nuestras mentes siempre es demasiado tarde. No nos hemos dado cuenta de que algo inexplicable e inexplicado ocurría y de pronto, cuando nos enteramos, cuando descubrimos la realidad, es después de que todo ya ha estallado bajo nuestros pies con estrépito.

Entonces cunde el pánico. Las crisis siempre son largas y la salida siempre es dolorosa. Los nuevos formuladores de paradigmas verdaderamente dignos de ser tomados en cuenta, tardan en ser aceptados. Cuando finalmente se encuentre el camino la rueda empezará de nuevo a rodar, comenzando un nuevo ciclo. En esos momentos, muchos de los que antes negaban la realidad, con tal de preservar la tranquilidad, serán capaces de aceptar alguna teoría insensata con tal de que la explicación que les dé les permita recobrar la tranquilidad. Es también el tiempo de los falsos profetas, de los curanderos, de los magos,…

¡Cuidado! Detrás de los científicos sanamente escépticos que formulan sus teorías, hay muchas veces malintencionados cínicos. A esos cínicos les trae sin cuidado la teoría, lo único que les interesa es arrimar el ascua a su sardina sea cual sea la circunstancia. Atentos, en estos tiempos de crisis, a los falsos profetas y sobre todo a los cínicos manipuladores que pronto aparecerán tratando de volver a sacar tajada.

En el siglo XIX y el primer tercio del XX la teoría económica instalada era el liberalismo, el paradigma era el libre mercado. Según los liberales dogmáticos la mano invisible de Adam Smith lo arreglaba todo; pese a que para él, para Smith, el mercado no lo arreglara todo, para sus epígonos dogmáticos sí. La respuesta a todos los problemas era dejar que las fuerzas de la oferta y la demanda hicieran su trabajo. Pero la crisis del 29, con su crash y su Gran Depresión posterior, se encargó de evidenciar que la teoría liberal ni explicaba todo ni, mucho menos, resolvía todo. Unos años después, en 1936, Keynes publicó su Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero que estableció las bases de la moderna intervención estatal a gran escala en la economía. De nuevo todo estaba explicado y sabíamos lo que había que hacer. No sólo había que ocuparse de la política monetaria, también estaba el Presupuesto para activar la economía desde el Estado. Pero, poco a poco, con el paso del tiempo, los cínicos empezaron a alentar las viejas tesis, aunque disfrazadas de novedades: surge entonces el neoliberalismo abanderado por la Escuela de Chicago y poco a poco su influencia se va agrandando hasta llegar a invadir de nuevo todo. Años más tarde, hoy, de nuevo la catástrofe pronosticada por algunos y negada por casi todos se produce.

¿Qué nuevo paradigma se instalará ahora? ¿Quién será el nuevo Keynes? ¿Cuánto tiempo tardarán después en volver a predicar los dogmáticos la siempre vieja buenanueva de que el mercado lo arregla todo, manipulados como siempre por los cínicos, que tratarán otra vez de aprovecharse? ¿Cómo lo llamarán? ¿Neo-neo-liberalismo?

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