El blog de Gustavo Mata

Estrategia: Las reglas del juego en los negocios

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¿UNANIMIDAD EN LA PRENSA?: ¡QUÉ RARO!

Me he impuesto la disciplina de que cada vez que leo una opinión de alguien sobre algo debo leer otra opinión diferente sobre el mismo tema. Así, este verano me he tragado «Franco, mi padre», de Jesús Palacio y Stanley G. Payne, sobre los recuedos de Carmen Franco, para purgarme de «Vida y tiempo de Manuel Azaña 1880-1940» de Santos Juliá. También he leido «Franco para antifranquistas de Pio Moa» para compensar la lectura de «La crispación en España» de Santiago Carrillo. Y así. Ya véis que estoy llevando al límite mi afán por ganar en ecuanimidad aunque eso me lleve a leer algún que otro bodrio.

Por eso mismo, tengo permanentemente abierta la versión digital de EL PAÍS y la de EL MUNDO. Suelo estar más de acuerdo con EL PAÍS, me parece más serio que EL MUNDO -ojo he dicho más serio, no serio-, pero no me parecen neutrales ninguno de los dos. Para estar realmente informado se debe tomar en cuenta qué se dice sobre un tema y quién lo dice. Si además se toman en cuenta varias opiniones se hace uno mejor con un criterio propio.

Por si acaso no estuviera ya todo claro os recomiendo la lectura de los editoriales que EL PAÍS, EL MUNDO, ABC y EL PERIÓDICO dedican al asunto Gürtel.

Don Tancredo era un cómico taurino que basaba su arte en estar metido en un barril o sobre él, muy quieto en el centro del ruedo, cuando el toro salía de los chiqueros. Lograba pasar desapercibido para el toro a base de estarse quieto, absolutamente quieto. A mí, últimamente, Rajoy me recuerda a Don Tancredo cada vez que sale en los medios.

Dicen que Franco -otro gallego de pro- tenía los asuntos que caían en su mesa en dos enormes montones: en el de la derecha ponía los asuntos que el tiempo arreglaría y en el de la izquierda los que no tenían solución.

¡Ay Mariano! Me encuentro contigo cada día en el rellano y, nunca sé si subes o bajas la escalera.

¡QUÉ RACISTAS SEGUIMOS SIENDO!

Me siento avergonzado por el tratamiento que en las noticias está teniendo la negritud de Barack Obama. Que si es negro, que si es poco negro y bastante blanco, que si no habla como un negro, etc. ¡Pero bueno! ¿Qué es esto? Cambiad la palabra negro o por homosexual o por mujer o incluso por blanco y decidme qué efecto os producen los comentarios. ¡Qué asco!

Por ejemplo hoy en el país se puede leer un artículo de John Carlin “Un hombre para la eternidad” en donde se puede detectar un racismo subyacente incontenible.

Empieza diciendo “que Barack Obama sea negro es muy positivo para Estados Unidos y quizá incluso para el mundo. Pero tampoco es negro del todo, lo cual también es positivo”. ¡Vale tío! Ahora digo yo, tú John eres una desgracia para el mundo, pero una desgracia completa porque no es que seas un poco racista es que eres racista del todo.

Añade: “Como nos recordó la foto que todo el mundo vio ayer del joven Obama con sus abuelos maternos, es mestizo. Sólo que, por los misterios de la biología, lo que predomina en su rostro son los genes de su padre keniano.”

¡Ay que fastidiarse! Y se lo publican en EL PAÍS. Añado yo: misterio de la biología lo tuyo John, seguramente tus padres son inteligentes y tú, evidentemente,  no lo eres, pero las cosas de la biología son así…

Sigue “Que se le perciba como negro es bueno para la América negra. Manda un mensaje de un valor incalculable. El victimismo ancestral de los afroamericanos, los descendientes de los esclavos, ha inhibido la evolución de este sector de la población en lo económico, lo político y lo social.” Sin comentarios…

Y para arreglarlo lanza una mentira descomunal aunque parezca piadosa: “El hecho de que el color de la piel apenas influye en la capacidad de prosperar de los habitantes del «país de las oportunidades» se ha demostrado en el notable éxito que han tenido los recientes inmigrantes africanos, cuyos ingresos y nivel educativo han estado por encima de los de la media del país. El victimismo de los descendientes de los esclavos ha inhibido su evolución.” Vaya, añado de nuevo yo, los negros de USA no progresan porque son pesimistas y victimistas, mientras que los que llegan ahora triunfan, pero no porque sean ricos, ni porque estén educados, ni porque procedan de las élites de sus países, es porque no son victimistas. ¿Si tu bisabuelo hubiera sido esclavo y tu bisabuela también y tú hubieras sido pobre, como todos tus abuelos y como tus padres porque no tuviste oportunidades, serías optimista John?

Pero no acaba ahí la cosa. También es racista respecto del resto de minorías étnicas. Dice John a continuación: “Esto no significa que los blancos o los hispanos o los de origen asiático tengan que sentirse de ningún modo amenazados o excluidos de la fiesta. Porque ellos también pueden reconocerse en Obama, o pueden ver en él un americano medio más.” De verdad me estoy encendiendo sólo me salen descalificaciones injuriosas respecto del tal John. Ahora no sólo eres racista eres también clasista. ¿Tú crees, John, que alguien de clase media escribiría ese comentario que haces?

Pero sigue: “Por su porte, por su aire y, ante todo, por su forma de hablar inglés, Obama no corresponde al estereotipo del negro americano con el que se asociaba a un fallido candidato negro anterior, Jesse Jackson… Obama no habla así. Obama habla como un blanco típico de clase media de Connecticut o Colorado… Habla con la elocuencia, claridad y amplitud de vocabulario del más eminente abogado o profesor universitario. Pero no deja de tener visibles raíces africanas, lo que implica que todo el mundo no sólo pueda identificarse con algún aspecto de él, sino que ofrece el ejemplo de una persona digna y susceptible de emular.”

Impresionante, John, en resumen, menos mal que aunque Obama es negro pero no lo es del todo, aunque si la biología no fuera tan caprichosa igual se hubiera parecido más a su madre, pero ¡qué le vamos a hacer!; y menos mal que es negro porque su padre vino de África recientemente, y no porque no habían traído a sus tatarabuelos en un barco negrero cargados de cadenas, porque si no sería victimista; y sobre todo, menos mal que no habla como un negro y que sorprendentemente es digno.

¡Vete al diablo John Carlin! Deberías apuntarte al Ku Klux Klan, versión moderada.

Y a los de EL PAÍS una recomendación: léanse los artículos antes de publicarlos.

¡Qué bochorno!

ARTÍCULO DE JOAQUÍN ESTEFANÍA EN EL PÁIS DE HOY SOBRE EL TEMA TAGUAS

Hola amigos, pese a que lo he referenciado en un comentario al post sobre el tema, de días pasados, os recomiendo, también aquí la lectura de este artículo.

LOS SUELDOS DE LOS DIRECTIVOS

Si los altos directivos de las grandes compañías que cotizan en bolsa, no fueran, finalmente, quienes determinaran sus propias retribuciones, ¿ganarían lo que ganan?

Hoy en EL PAÍS (domingo 20 de Abril, pag. 28, “Sueldos record para los directivos”, Miguel Jiménez) podemos leer que Ignacio Sánchez Galán, Presidente de Iberdrola, cobró el año pasado más de 16 millones de euros; Alfredo Sánchez, Consejero Delegado del Santander, 9,6 millones, Francisco González, Presidente del BBVA, 5,1 millones, Francisco Luzón, del Santander 5,62 millones, Matías Rodríguez Inciarte, del Santander, 5,15 millones, José Ignacio Goirigolzarri, Consejero Delegado del BBVA, 3,59 millones, Ana Patricia Botín, Presidenta de Banesto y Consejera del Santander, 3,5 millones, etc.

Algunos de ellos se justificarían diciendo que su retribución apenas supone un pequeño porcentaje de lo que hacen ganar a sus accionistas, vía resultados o vía incremento del valor de las acciones. También dirían que una parte de ésta se debe a que consiguen buenos resultados y que es variable y dependiente de los mismos. Pero ¿es que los altos directivos son los únicos responsables de los resultados de sus compañías? No, en absoluto. Entonces ¿por qué estas retribuciones?, ¿por qué estos incrementos?, ¿por qué esta situación de permanente, generalizada y rampante escalada de las mismas? Trataremos de explicarlo.

¿Podemos considerar que la alta dirección es un factor de producción sujeto a un mercado, como haría cualquier amante del mercado? Sabemos que éste, el mercado, es el maximizador del beneficio de todos, ofertantes y demandantes, quienes, a través de la búsqueda individual del beneficio por parte de cada uno de los que intervienen en él, encuentran el beneficio colectivo. Eso oímos constantemente y es más verdad que mentira. Pero, ¿es aplicable, en este caso ese razonamiento? ¿Asigna el mercado esas retribuciones? Repasemos algunos conceptos.

Cuando la demanda de un factor la configuran muchos demandantes, y la oferta muchos oferentes del mismo factor, se dice que todos los intervinientes en la fijación del precio, tanto del lado de la oferta como del lado de la demanda son precio aceptantes, es decir, que, al no poder reconocer su influencia en la fijación de los precios a título individual, todos aceptan que el precio lo fija el mercado, allá donde la curva de oferta – que va ofertando más a medida que el precio sube – se encuentra con la curva demanda – que va demandando más a medida que el precio baja -. De esa forma se maximiza el excedente del demandante y el del ofertante; esa es la ventaja del mercado, su eficacia.

Cuando, bien del lado de la oferta bien del lado de la demanda, aparece algún poder para fijar el precio, ese poder se deriva de que es uno o son unos pocos quienes ofertan el factor, o uno o unos pocos quienes lo demandan. En pura teoría económica, cada ofertante de un factor de producción que tuviera poder para fijar el precio de ese factor intentaría fijarlo de modo que consiguiera la retribución correspondiente a su contribución marginal al resultado. Y si fuera uno sólo el demandante trataría de comprar el factor a su coste medio, dejando a quienes lo ofrecen sin plusvalía alguna, casi al borde de la condición de abandono del mercado.

Pero el mercado de los altos directivos no es un mercado transparente ni global.

Primero, del lado de la oferta no es abierto, sino que está dividido en muchos segmentos estancos – casi cada compañía o cada grupo empresarial lo es -, a cada uno de los cuales sólo accede un grupo pequeño de altos directivos, mediante un sofisticado mecanismo endogámico basado en los apellidos, la amistad, la escuela de negocios de procedencia, incluso, a veces, los méritos acumulados en la propia compañía, pero que son juzgados también por el grupo oligárquico de control, etc. Si en cada uno de estos segmentos estancos, con acceso controlado por los dirigentes, estos grupos de dirigentes, actuaran como un cartel monopolístico a la hora de fijar sus retribuciones intentarían cobrar de acuerdo al beneficio marginal a que su contribución diera lugar. ¡Y eso es lo que se atreven a argumentar a su favor y lo que se tragan sin rechistar los accionistas en las juntas!, reconociendo así que fijan el precio al margen de la competencia.

Pero, en segundo lugar, es que ellos no sólo son ofertantes oligopolísticos en su segmento estanco en el que el acceso está controlado por ellos; ¡es que son también la demanda!; son a la vez la oferta del factor alto directivo en sus compañías y la demanda del factor alto directivo de sus compañías.

Y por si fuera poco, sólo ellos manejan una parte sustancial de la información con la que luego argumentan sus retribuciones.

El control de esto debería estar en la Comisión de retribuciones del Consejo, cuyas retribuciones dependen también de los altos directivos. Éstos, siempre bendicen, claro está, y lo hacen en nombre de los accionistas, esas retribuciones. Y luego, en las Juntas de Accionistas, todos bendecimos por acción o por omisión la representación de esa comedia.

Se entiende ahora por qué ganan tanto lo directivos. Son juez y parte; y ya se sabe: “quien parte y reparte, se queda la mejor parte”.

Deberían de ser más serios. No hace falta que los accionistas lo exijan, bastaría con que ellos tuvieran un mínimo de…, cómo llamarlo sin ser innecesariamente ofensivo para nadie…, tal vez elegancia…

Con lo que han ganado ya y lo que pueden seguir ganado, incluso si lo ganaran merecidamente, es decir de acuerdo a sus méritos, no estaría de más un gesto; pero no sólo el de bajarse esas escandalosas retribuciones a niveles menos obscenos, eso sería tal vez demagógico, sino el de establecer, de verdad, en sus compañías, mecanismos realmente transparentes de fijación de sus retribuciones. A eso debería contribuir, a la transparencia, no otra cosa, ni por supuesto a fijar lo que los directivos deberían ganar: un marco jurídico formal mejor diseñado y una CNMV con un reglamento más eficaz. También cada uno de nosotros puede contribuir si no comulga con las ruedas de molino que nos ofrecen.

No es que yo no crea en el mercado, ¡claro que creo en él!; no lo arregla todo, pero, en general, asigna muy bien los recursos; otro día hablaremos de lo que no arregla. Pero si se puede llamar “mercado” al mecanismo que asigna las retribuciones de los altos directivos de las grandes compañías, que baje Dios y lo vea.

Gustavo Mata Fernández-Balbuena

http://gustavomata.com/

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