Todo México peregrina a la Basílica de Guadalupe durante todo el año. Cada día se puede ver a los peregrinos andando de rodillas los escasos doscientos metros de la explanada antes de la puerta de acceso al templo. Tiene el suelo pulido y brillante de tanto arrastrar sus rodillas por la piedra los penitentes. Otros empiezan su caminar de rodillas mucho antes, desde el puente papal que da acceso a la zona de la basílica. Es una escena que impresiona al que la ve por primera vez, pero que se puede contemplar cada día del año. Pero el día 12 de Diciembre de cada año la peregrinación es una locura. Una multitud de cientos de miles de mexicanos, procedentes de todo el país, llegan a la basílica para venerar a la Virgen, que para los mexicanos es algo más que para otros católicos; es mucho más: “es nuestra madrecita” dicen, y vienen para agradecer los favores recibidos en este año, pagando así sus “mandas” (promesas o votos); para hacerle nuevas peticiones: “¡que nunca faltan la necesidad en casa del pobre!”; y lo más importante, vienen a cantarle a la Virgen las Mañanitas en su día como harían con su mamá de la tierra en su santo. La Virgen es para todos los mexicanos mucho más que para ningún otro pueblo, su imagen está en todas partes. Desde siempre los indígenas veneraban a la madre tierra y ahora siguen venerándola bajo la advocación de la Virgen de Guadalupe. Ayer se cumplieron 477 años de las apariciones de la Virgen de Guadalupe al indio Juan Diego en el cerro del Tepeyac.

La mayoría emprenden la peregrinación, a menudo larga, caminando, otros lo hacen en bicicleta, otros en camión, o en lo que sea,… y tienen imaginación: es un espectáculo verlo. Viajan con tan sólo unos pocos pesos en el bolsillo, que a lo mejor son todos sus ahorros, llenos de fe de ilusión y de alegría.

Ochenta peregrinos de Guerrero que viajan en tres camiones de carga con caja de madera, de los de transportar ganado, se bajan del camión por turnos para correr tramos de medio kilómetro portando una antorcha. La peregrinación es un gran sacrificio para ellos. Cansancio y, al final, frío. Cuando llegan a la cima del poblado de Tres Marías, situado a un lado de la carretera Cuernavaca-México, en donde como muchos otros duermen, la temperatura es de tan sólo dos o tres grados centígrados. Estamos a más de 2.200 metros de altura sobre el nivel del mar y por la noche, al raso, hace verdadero frío. Las monjitas de un convento cercano reparten café y pan a los peregrinos. Este grupo duerme en los camiones sólo un rato antes de reemprender la marcha.

Raúl Torres, de 24 años de edad, salió el martes por la mañana de San Lorenzo Chiautzingo, en Puebla, con 700 pesos en el bolsillo que ganó haciendo artefactos pirotécnicos en horas fuera de su trabajo habitual. Viene “para pedirle que nos haga el paro, que nos dé chamba más seguido y nos cuide a la familia”. Por el camino le han ofrecido comida y bebida gratis. Al llegar, nada de hoteles para pernoctar, “no nos alcanza, nos quedamos a la intemperie con nuestras cobijas”. Hoy por la tarde, cumplimentada la Virgen, se subirá a la caja de un camión, que le cobrará cerca de 70 pesos, para regresar a su casa, y lo hará feliz.

Agustín Pérez, de 71 años, llega con su hijo Alfredo y su nieta Renata, vienen de Resurrección, un poblado cerca de Puebla, a 300 km de la capital, de donde salieron a las cinco de la mañana del miércoles para poder llegar al amanecer del jueves a las cercanías de la basílica. “El camino es largo, pero con fe llegaremos a tiempo”; viene también para pagar sus “mandas” y homenajear a la Virgen, en este 12 de diciembre. Quince horas caminando. Una manta y cuatro tortas de frijoles con huevo es lo que traen consigo. Descansaron unos minutos tan sólo a mediodía, en un poblado cercano al Paso de Cortés, en la zona del volcán Popocatépetl. Comieron un poco y continuaron. Al llegar a la carretera México-Puebla alguien les ayudó: personas bien trajeadas que bajaban de sus “camionetotas” de lujo bolsas con comida. Un poco más de esfuerzo y… “Por fin llegamos, hijos” dijo Agustín; eran las doce de la noche. Él, antes de la muerte de su esposa Magdalena, prometió a la Virgen visitarla en su templo si ésta la curaba; aunque ella murió, él sabe que “nadie tiene la vida comprada y la Señora del Tepeyac hizo lo necesario”. Ya era de madrugada; buscaron un sitio para extender sus cobijas, y descansaron esperando a la mañana para asistir a la primera misa.

Jorge González, de 33 años, no podía más pero, no sabe cómo, al fin llegó. Venía de Nezahualcóyotl, en el oriente del estado de México, para pedirle a la Virgen de Guadalupe por la salud de su mamá. “Está enferma desde hace un año del estómago”, dice el agotado hombre, quien promete entrar a la Basílica de rodillas, todos los años, si su mamá se recupera.

María de los Ángeles, 16 años, va de rodillas rumbo a la Basílica. “¡Vengo a que me perdone la virgencita por todo lo que he hecho; “Quiero que la Virgen me quite lo vaga”. Ella viaja con la Carrera Guadalupana desde Perote, Veracruz, para pedir perdón a la Virgen de Guadalupe, por “ser vaga” y “peleonera”.

El altavoz del Centro de Atención de Personas Extraviadas y Ausentes no dejó de sonar todo el tiempo: “a la niña Mayra Cardozo de siete años le esperan sus familiares… al señor Samuel Ramírez Sánchez de San Martín Texmelucan lo esperan en este lugar”…

Entre los muchos que ayudan a los peregrinos durante la marcha, que los hay a miles, sólo dos muestras:

Carlos Fuentes, no el escritor, en este caso es su tocayo, un simple catequista, se puso en una esquina de la calzada de Guadalupe a regalar “paletas de hielo” (polos de agua) a los fieles a la Virgen María. “Compramos mil paletas. Es para ayudar a nuestros hermanos que vienen de lejos, que no traen dinero y que a veces aquí la gente se mancha con ellos”.

Miguel Ángel Reyes, con una familia de cuatro hijos, ahorró lo que pudo un mes y se lo gastó – 1.500 pesos – en comprar una tonelada de naranjas. “Las regalo a los peregrinos para darle gracias a la Virgen porque siempre me ha ido bien en el trabajo”.

México es un país increíble. Y un país de contrastes. Hay de lo mejor y de lo peor en México para dar y tomar. Pero su gente tiene valores. Yo creo que en México la gente lo que necesita es que sus dirigentes estén a la altura de los mexicanos. Qué afronten seriamente los tremendos problemas que el país tiene y que México llegue a alcanzar las oportunidades que se le brindan y se le van a brindar en los próximos años.

No sé si hay que pedírselo a la Virgen Morena o hay que exigírselo a los que mandan, pero México y los mexicanos se merecen un futuro mejor.

Ojalá lo logren. Lo van a lograr.