Ayer fui entrevistado para los informativos de la tarde de Intereconomía Negocios al respecto. Y mi respuesta fue automática: en la huelga hemos perdido todos. De entrada hay un impacto negativo en el PIB, los Sindicatos se han desprestigiado un poco más; y ¿el Gobierno?: hay que esperar a ver si se le ocurre otra vez dar un bandazo o sostiene la reforma en el mercado laboral, pero desde luego no ha ganado nada; y ¿la oposición?: como siempre tratando de sacar tajada sin mover ni un dedo.
La reforma del mercado de trabajo de modificarla habría que hacerlo en el sentido contrario al que solicitan los Sindicatos, en beneficio de los trabajadores, sobre todo de los que quieren trabajar y no encuentran donde hacerlo. Tenemos más de 4.000.000 de desempleados –esos llevan mucho tiempo parados, en huelga forzada-.
Esta huelga se viene gestando desde hace dos años, en el caldo de la recesión en la que hemos entrado al tiempo que el resto del mundo, agravada en nuestro caso por el estallido de la burbuja inmobiliaria descomunal en la que nos habíamos instalado en los diez años anteriores y por la escasa productividad de nuestra economía, en términos relativos, con el resto de Europa. La situación es mala, además los mercados la agravaron castigando a España al tiempo que a Grecia, Portugal e Irlanda, no tanto porque el déficit sea grande sino por su galopante crecimiento. La única salida fue dar un volantazo y pasar de la política de incremento en las pensiones, del aumento en la protección al desempleado, del cheque bebé, de las medidas para la conciliación entre vida laboral y familiar, de los subsidios por doquier, a la política de disminución de los salarios en la función pública en un 5 %, la congelación de las pensiones, la cancelación del cheque bebé y la drástica reducción de la inversión pública. Así se paró la sangría a la que estaban sometiéndonos los mercados encareciendo nuestra financiación, pero se abrió la espita de la conflictividad social y a los sindicatos no les quedó más salida que moverse.
El motivo para ir a la huelga era la reforma laboral. Por cierto una reforma propuesta por el Gobierno pero aprobada en el Parlamento. O sea los Sindicatos tratan de torcer la voluntad de la representación máxima de la soberanía popular. Si no fuera porque todo es una representación teatral, una cierta pantomima, sería gravísimo.
La Patronal con un desprestigiado empresario al frente -¡Ay Dios mío, y nadie hace nada!- y los Sindicatos llevaban dos años mareando la perdiz del necesario acuerdo para reformar el mercado de trabajo sin lograr nada. En eso tiene parte de culpa el Gobierno, tercer agente sentado en la mesa que no supo presionar para que se alcanzara. No le quedó más remedio que proponer una reforma sin el acuerdo de los agentes sociales.
Nuestro mercado de trabajo es un desastre; estamos en uno de los últimos lugares en cuanto a la necesaria flexibilidad. Para crear empleo es necesario facilitar el despido; es una evidencia. Puede parecer paradójica pero es una evidencia. Los que deberían reclamar despido más barato son los 4.000.000 de parados. Pero los parados no están sindicados.
Ni los Sindicatos han conseguido parar el país, como pretendían, ni el Gobierno de izquierda ha conseguido evitar que le hagan una huelga general, ni el PP saca partido –ahora piden la dimisión de Zapatero, al tiempo que dicen que la huelga es un fracaso-; en fin que: ¡nadie saca nada positivo de esta huelga general!