Hace dos años, estuve en Lima, en donde me encuentro ahora, justo durante la semana previa a la celebración de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en las que AGP, Alán García Perez, se impuso a Ollanta Humala. Entonces dejé Lima, rumbo a Quito, en el mismo Domingo electoral, y a mi llegada, lo primero que hice fue encender el televisor, que echaba humo con noticias respecto al resultado. En caliente, escribí un artículo para CINCO DÍAS en el que hablaba del futuro que le esperaba a Perú.

He tenido la oportunidad de viajar otras dos veces a Lima, desde entonces: una hace un año y otra ahora. Eso me da una cierta distancia y una cierta cercanía a lo que pasa.

¿Cómo encuentro el País? No está mal. Está mejor que estaba, mucho mejor, es palpable en cada esquina, ¿pero está bien? Estoy con gana de escribir sobre ello desde que llegué pero he preferido esperar unos días y, sobre todo, esperar para poder charlar con un interesante grupo de mis antiguos alumnos, abogados en ejercicio en diferentes especialidades en Lima, con los que tuve ocasión ayer de compartir un excelente almuerzo – lo que en Lima no es noticia: ¡Madre mía! ¡Qué bien se come aquí! -. Durante el almuerzo tuve ocasión de ver la situación desde la óptica de la opinión pública real y no sólo desde la óptica de la opinión publicada en la prensa local, que cada día, como os podéis imaginar, devoro.

Alán García ha hecho un ejercicio de contorsionismo político impresionante: desde la izquierda radical de su primer mandato, que acabó siendo un desastre, a una posición tan poco izquierdista que ahora parece un puro neoliberal. ¡Quién te ha visto, Alán, y quién te ve! El brillante orador tan dado a los excesos populistas, rozando casi siempre la demagogia en sus discursos, que se pasó esta primera Presidencia, entre1985 y 1990, con un enfoque radical de izquierdas, defendiendo el sector público a ultranza, negándose al pago de la deuda exterior, etc., hasta que terminó con todo el país en las colas del racionamiento, tuvo que exilarse después de esta primera Presidencia. Ahora el “nuevo AGP” que promociona incesantemente su país entre los inversores foráneos, ha decidió incorporar al Perú a la economía global, bajar aranceles, garantizar la estabilidad monetaria y fiscal, desregular el mercado laboral excesivamente rígido, etc., y, en su entusiamo, llega a criticar a los ecologistas y defensores del medio ambiente frente a los abusos de muchas empresas mineras, llamándoles “el perro del hortelano, que ni come ni deja comer”.

Está preocupado, dice, porque el 70 % de los peruanos está en el sector informal y quiere resolverlo eliminado la mayor parte de las formalidades. Como muchas empresas eluden el pago de impuestos, quiere, para arreglarlo, bajarlos, etc. Nada de incrementar la inspección o de mejorar el aparato sancionador de las conductas irregulares, lo que hay que hacer es desincentivar el incumplimiento aligerando la carga. ¡Vamos, que el antiguo socialista radical es ahora es un neoliberal, también radical! La base del progreso humano para él es ahora la libertad del mercado. Llega a decir en una entrevista a The Wall Street Journal: “Cuando dicen que el mundo está amenazado por la inmigración, la pobreza, la destrucción del medioambiente y la concentración de monopolio, me río. Yo tengo una fe total en la inteligencia humana y la tecnología superarán cualquier obstáculo geográfico o social”

Claro que la ineficacia de la administración peruana sigue siendo paradigmática, el clientelismo político del APRA – el partido de AGP, fundado por el “mítico Haya de la Torre, propugnador histórico de un socialismo con tintes de democracia orgánica – continúa, la corrupción sigue siendo alta, la inseguridad no se corrige, la delincuencia tampoco, la pobreza apenas disminuye, la extorsión bajo una especie de careta sindical a los constructores medianos tampoco. En la zona afectada por el terremoto de hace un año aún no se ha reconstruido ni una casa, pese a todos los capitales que se han destinado a ello. Las compensaciones que pagan, a las comunidades en las que actúan, las compañías mineras no se gastan por falta de eficacia – ¿sólo de eficacia? – de los organismos encargados de gestionar el gasto, etc. Eso, no tiene ninguna gracia.

Los resultados macro económicos están siendo buenos: la inflación es muy baja para la zona, la economía está creciendo en los últimos seis años – él lleva dos en la Presidencia – a tasas del 6,5 % anual, y en estos últimos casi roza el 10 %. Esto se debe, sobre todo, a los precios crecientes de los minerales que Perú exporta, como consecuencia de la gran demanda, especialmente provocada por China e India. La evolución del cambio del sol, que se ha apreciado frente al dólar, también es un factor a tener en cuenta. Se habla mucho de que los capitales que acuden al país son capitales golondrina que se dedican a especular a corto plazo más que a invertir a largo, pero llegan.

No quiero sacar conclusiones que no serían rigurosas con tan pocos elementos de juicio, sólo pretendo compartir con vosotros la visión momentánea y concreta que tengo ahora de este maravilloso país, lleno de gente maravillosa.

Ojalá que los peruanos recuperen aún más la fe en sí mismos. Esa es una de las grandes claves. Cada vez son menos los alumnos que tengo que sueñan con instalarse en Europa y que en lugar de eso piensan en quedarse en su país para contribuir a mejorarlo, pero siguen siendo aún muchos los que preferían irse y eso sí que es una desgracia para Perú.

Gustavo Mata