La crisis financiera profundísima en la que estamos no tiene precedentes. Su inicio fue provocado por la crisis de las hipotecas sub prime y sus sucesivas titulizaciones, pero tiene como causa más profunda el retardado cambio de fase del ciclo económico, cuya etapa anterior de bonanza fue alargada mucho más allá de lo razonable como consecuencia de los artificialmente bajos tipos de interés mantenidos durante años por los bancos centrales, con la Reserva Federal al frente. Apoyándose en esos bajos tipos de interés, muchos agentes económicos de escasa solvencia se han endeudado y han invertido durante años en activos dudosos y realmente poco rentables. Los bancos han vendido esa deuda mal calificada como buena varias veces. El resultado es que cuando la insolvencia ha comenzado a aflorar el sistema financiero ha entrado en pánico. A diez meses del comienzo de la crisis todos estamos convencidos de que aún no se ha aflorado la situación real de muchas instituciones financieras. Ahora, pese a las sucesivas inyecciones de liquidez de los bancos centrales nadie quiere tomar riesgo alguno, ni siquiera el razonable y muchos están atrapados en su falta de liquidez.
Ahora toca digerir el brutal exceso. La receta es poco popular se llama subir los tipos. En Europa lo saben, pero en EEUU ante el riesgo claro de entrar en recesión, con una guerra absurda y carísima a las espaldas, con un dólar debilitadísimo y un déficit que consume más del 70 % del ahorro mundial, no están dispuestos a hacer lo que toca y los mantienen artificialmente bajos, lo que aun hunde más su moneda, y debería hundirla más todavía respecto al euro si en Europa se atrevieran a hacer lo que deben hacer que es subir los tipos aún más.
En España, la crisis parece que no ha afectado tan directamente a los bancos que tienen prácticas más sensatas que la banca internacional, pero si indirectamente; la crisis ha afectado sobre todo al sector inmobiliario que es un ejemplo paradigmático de lo que decimos. El común de las gentes se ha lanzado a hipotecarse a un plazo absurdo, a un tipo de interés inicialmente bajo, en unas viviendas de precio evidentemente hinchado; y no sólo, en muchos casos, para adquirir la vivienda para vivir, sino, muchas veces, para comprar una segunda residencia en la playa o en el pueblo. Los mejor situados han invertido además en ladrillo con un afán puramente especulativo. Muchos compraban sobre plano muy apalancados en los préstamos a tipos bajos sabedores de que al terminar la obra por la revalorización la inversión sería un gran negocio. Ahora con tipos crecientes con la casi imposibilidad de desprenderse de las inversiones queda aguantar todo lo que se pueda. Eso va a debilitar mucho el consumo interior, el otro gran motor de la economía española. Subidas en la ola las grandes inmobiliarias y también las medianas y las pequeñas se endeudaron hasta el límite, promovieron obras y acapararon suelo caro. Ahora, se ha destapado la caja de los truenos, el frenazo es brutal -lo llaman desaceleración- y las inmobiliarias tiene suelo en exceso, promociones sin vender, están endeudadas hasta los ojos y a corto plazo: o consiguen refinanciar su deuda, o suspenden pagos o quiebran.
A todo esto el petróleo a 120 dólares el barril y sin pinta de cambiar. La razón es sencilla: hay producción limitada, se consume cada vez más y las reservas son limitadas. ¿Va a bajar? Tanto el Oriente Medio, como América Latina, o África, ninguno está en una situación mínimamamente estable que permita pensar en otra cosa más que en sobresaltos respecto a la seguridad del suministro. Rusia es consciente de sus bazas y Putin las juega sin pudor.
Y por si fuera poco tenemos una crisis alimentaria sin precedentes, con consecuencias gravísimas y que no se puede corregir a corto plazo.
En España no tenemos petróleo y la dependencia de él es aún mayor que en el resto de los países desarrollados. Menos mal que se ha puesto a llover a lo loco esta primavera y ya la sequía no nos acongoja. Pero lo de la bolsa ¡qué me aspen si lo entiendo!, yo creo que, finalmente, bajará fuertemente. La verdad es que como yo de bolsa no entiendo nada…, puede que me equivoque. ¡Ojalá!