No hace mucho tiempo, mi nieta mayor, que tenía entonces cuatro años, viendo uno de tantos desmanes de los cometidos por los promotores de viviendas en estos pasados años, me dijo, naturalmente, sin mediar provocación previa, desde su clarividencia e ingenuidad, tan propia de los niños: Abuelito ¿por qué están rompiendo el campo? No supe qué contestar. Y me quedé dándole vueltas a su observación mucho tiempo.

Las generaciones futuras heredan de las pasadas, sobre todo, un patrimonio natural y un patrimonio urbano. Lo que hayamos sabido preservar y lo que hayamos sabido mejorar con nuestro trabajo sobre la piel de este planeta, que consideramos nuestro, es lo que les dejaremos a nuestros hijos y nuestros nietos.

Ahora, podemos contemplar en muchos sitios los excesos que hemos cometido en nombre del desarrollo reciente. ¿Cuántos kilómetros de costa quedan en España sin una barrera de hormigón de varios metros de altura? ¿Cuantas Seseñas y similares hemos construido en estos años de burbuja inmobiliaria?

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Abusos incentivados por ayuntamientos cuya financiación ¿y la de los partidos que están detrás? dependía de la liberación de suelo para promoción inmobiliaria, que en su afán saltaban por encima de la ley, han lesionando seriamente nuestro patrimonio colectivo de forma irreversible.

Ahora, en plena crisis del sector inmobiliario, puede que quede poco simpático hablar de esto. Pero antes tampoco hacía nadie el caso necesario a este asunto. ¡Es grave!

Gustavo Mata