Los partidos políticos en la campaña para estas elecciones europeas han decidido trabajarse a su electorado fiel con mensajes y modos aparentemente más radicales -de derecha y de izquierda respectivamente- en lugar de hacer lo inteligente, que hubiera sido tratar de captar el voto de centro con mensajes más eclécticos. ¿Qué van a conseguir, probablemente?: una abstención histórica de la gente moderada, tanto de izquierda como de derecha, que está harta de tanta imbecilidad y tanto mensaje simplista manipulando lo que sea: unos distrayendo a su público con políticas sociales más rupturistas -como por ejemplo la ley de plazos del aborto- o con propuestas económicas demagógicas; los otros agitando el espantajo de la crisis al grito de la culpa de todo la tiene ZP, celebrando cada dato económico negativo, o refugiándose bajo las sotanas de la conferencia episcopal criticando con argumentos trasnochados todo lo criticable, humano y divino.

El problema es que últimamente en las elecciones hacen siempre eso -lo de radicalizarse- y así van a conseguir desafectar de la política a lo mejor de la sociedad. Ya ha ocurrido en otros países.

Aquel político que centre más su mensaje ganará las próximas elecciones generales. Pero ni ZP ni Rajoy parece que entienden algo tan simple. Hacen lo que no deben hacer. Creo que ZP lo hace así porque piensa que es lo correcto -es más dogmático- y que a Rajoy -que no sé si lo entiende, porque a veces parece tonto-, si lo entendiera y quisiera centrarse, tampoco le dejarían en su propio partido, en donde los ortodoxos aznaristas, con la ayuda de los obispos y su COPE,  vigilan sus posibles devaneos centristas.

En fin, pese a todo, yo sigo yendo a votar. Pero ¡qué aburrimiento!