George Walker Bush nació en New Haven, Connecticut, el 6 de Julio 1946.

Cuando contaba dos años de edad su familia se trasladó a Texas, por lo que él se siente tejano. Su padre era allí un próspero hombre de negocios del sector del petróleo. El hijo de papá que era George W. Bush en su niñez y primera juventud disfrutaba de la fortuna familiar y de las influencias de papá y mamá mientras crecía. Estudió sin brillantez alguna una licenciatura en Historia en Yale, que terminó en 1968, y un MBA en Harvard Business School, que terminó en 1975. En lugar de ir a la Guerra de Vietnam, como muchos de sus coetáneos, él se las apaña para servir como piloto en la Texas Air National Guard, un destino menos comprometido. A finales de la década de 1970 George Bush inició sus primeros pasos en el mundo de los negocios con escaso éxito. Su justificada fama de bebedor y juerguista de esa época ha llegado hasta hoy. En 1977 se casó con Laura Welch, con la que tuvo en 1981 a las gemelas Jenna y Bárbara quienes también les han dado algunos disgustillos, por su notoria afición a la diversión extrema y a la cerveza.

La historia de George Bush cambia cuando, en 1986, decide abandonar el alcohol y abrazar la fe evangélica con la pasión propia de los conversos. Algún malintencionado -¿o bienintencionado? – se pregunta si fue una buena decisión, a la vista de las consecuencias que el hecho ha tenido, no tanto para él como para todos los demás. En 1988 George colaboró en la campaña que llevó a su padre a la Casa Blanca. En 1989 compró con un grupo de socios el equipo béisbol de los Texas Rangers.

Tras el fracaso de su padre en las presidenciales de 1992, tomó el relevo familiar en la política y se presentó a las elecciones de Gobernador de Texas que ganó en 1994. Es reelegido en 1998, y desde esa plataforma se lanzó a la conquista de la Casa Blanca. En Texas pasó bastante desapercibido si se exceptúa el hecho de que aplicó de forma inflexible la pena de muerte ejecutando a ciento veinte reos durante su mandato.

En marzo de 1999 anunció su candidatura a la Presidencia de los EEUU, y le ganó las primarias a John McCain. Aunque en la campaña se hizo público su pasado de alcohólico, no precisamente anónimo, y su desconocimiento de la política internacional, pese a su licenciatura en Historia, ganó la nominación. El candidato demócrata Al Gore obtuvo más votos pero Bush tuvo más compromisarios – o al menos los jueces se los dieron, después de un polémico recuento manual parcial en Florida, en donde gobernaba su hermano Jebb -. Pese a las reclamaciones de los demócratas, finalmente, el Tribunal Supremo le dio la Presidencia.

Bush toma inmediatamente un camino opuesto en casi todo al que había seguido Clinton: pone en marcha un recorte fiscal que favorece a los ricos y pone en peligro muchas de las políticas sociales; se niega a ratificar los acuerdos de Kioto para controlar las emisiones de gases de efecto invernadero y el cambio climático tan trabajosamente conseguido; pone en marcha un nuevo programa de escudo antimisiles que resucita el clima de confrontación de la Guerra Fría, etc.

Pero lo peor llega a partir del 11 de Septiembre de 2001 cuando Al Qaeda atacó las torres gemelas en Nueva York y el Pentágono en Washington. Después de la perplejidad inicial del Presidente – en el momento del ataque estaba de visita en un colegio y su incapacidad para reaccionar que duró varios minutos fue retransmitida por las cámaras de televisión en directo -, éste debe afrontar un ataque terrorista brutal en el corazón de su territorio. El hecho inaugura una política fuertemente militarista bajo el principio del ataque preventivo. Inicialmente con el acuerdo de la ONU y respetando formalmente la legalidad internacional interviene en Afganistán; con el apoyo de muchos países, de la OTAN y otros, derrota al régimen de los talibán. Bajo el principio de lo importante es el fin y no los medios organiza una gran estafa a los principios morales autorizando la tortura y la detención irregular de cualquier sospechoso creando centros de retención al margen de cualquier control legal. La más famosa cárcel de la nueva era es Guantánamo: una vergüenza para el género humano que aún sigue en pleno funcionamiento en un limbo legal.

Más adelante se obsesiona con Saddam Hussein. Tras la invasión de Kuwait, éste había sido ya derrotado por EEUU y una coalición internacional en la Guerra del Golfo, bajo la Presidencia de su padre. Para invadir de nuevo Irak organiza la gran mentira de las armas de destrucción masiva; pese a que los organismos de control de la ONU no las encuentra en ninguna parte, él insiste, y con la connivencia militante de Blair y Aznar, en la representación bufa de las Azores, se saltan la legalidad internacional, tan trabajosamente construida durante más de un siglo, e invaden Irak a pesar de las resoluciones en contra del Consejo de Seguridad y del clamor internacional contra la Guerra. La invasión es en principio un éxito, pero sólo en principio. Pronto se ponen en evidencia los grandes errores de la postguerra. Las armas de destrucción masiva no aparecen. Se ha desmantelado el aparato gubernamental iraquí: funcionariado civil, ejército y policía con lo que el desorden es total.

Al fin, lo que se decía pretender evitar – la influencia inexistente de Al Qaeda en Irak – paradójicamente se logra: Al Qaeda se pone al frente de la insurgencia y se instala en el país. Los abusos de las tropas invasoras proliferan. El mundo se queda consternado cuando se comprueba el horror de las torturas y vejaciones permanentes en la cárcel de Abu Ghraib. Cuando el año 2003 se está acabando, por fin detienen al sátrapa y asesino Saddam. Para entonces han sido ya muertos sus dos hijos cuyos cadáveres se exhiben sin el menor pudor. Después de juzgarlo se le ahorca y sin prescindir de los detalles obscenos se filtra el video de la ejecución. Todo muy civilizado. En ese contexto Bush afronta su segunda elección como Presidente. En la campaña sólo se habla de la Guerra y de la lucha contra el terrorismo.

Bush derrota al candidato demócrata John Kerry y logra un segundo mandato. Pero la situación en Irak no para de empeorar y eso va minando poco a poco al Presidente. Y llega la catástrofe del ciclón Katrina que pone de manifiesto la absoluta ineficacia de la administración y la falta de liderazgo político del Presidente. Toda la Luisiana, Alabama y Misisipi bajo el agua y la administración central mano sobre mano mirando. Además empiezan los escándalos. Lo más notable es que Dick Cheney, se ve obligado a dimitir después de que un gran jurado de Washington decida procesarle por perjurio, falso testimonio y obstrucción a la justicia.

Y el fin de fiesta de este desastre de Presidencia es la crisis de las hipotecas subprime. Tras años de tipos de interés muy bajos para animar la economía – con las consecuencias que todos conocemos – y desregulación militante de la actividad de los bancos que campaban a sus anchas estructurando la deuda hipotecaria tóxica, dispersándola por el mundo -, la burbuja inmobiliaria estalla y se lleva por delante a la banca de inversión, y, de no mediar la mayor intervención de la historia, el sistema bancario estadounidense y europeo. El fin de fiesta que nos deja Bush es la amenaza cierta de una depresión mundial.

Los ocho años de Bush han supuesto para su nación: la pérdida del liderazgo mundial, un déficit descomunal, una recesión que amenaza con ser depresión global, un sistema financiero que ha perdido la confianza de todos y que necesita refundarse, la legalidad internacional maltrecha, la tortura institucionalizada, la lucha contra el deterioro del medioambiente desarbolada… ¿Cómo pasará a la historia George W. Bush? una encuesta entre más de un centenar de historiadores norteamericanos, le considera el peor presidente de la historia de Estados Unido. Yo también. Tengo una extraña sensación de alivio pensando en que le queda poco más de un mes.

Hasta nunca W.