El Presidente del Gobierno trató de infundir confianza -creo que fue la palabra que más utilizó en el programa «Tengo una pregunta para Vd…»-, para afrontar juntos las consecuencias de la crisis y así salir antes de ella. También dijo que aquellos que no estuvieran afectados por la crisis debían consumir porque así ayudarían a que no se perdieran tantos puestos de trabajo en España. Así mismo instó a la banca a que concediera préstamos a las empresas para que pudieran afrontar su normal actividad económica.

Todo eso está bien, pero se me antoja perfectamente inútil. Comprendo que el Presidente debe ir a dar la cara y decir lo que dijo, pero ¿aumentó la confianza de algún sector de la población después de oírle?, ¿están más predispuestos a consumir los que aún mantienen sus empleos y sus ingresos?, ¿algún banco va a variar su estrategia de mirar con lupa a cada peticionario de crédito y denegar éste en cuanto no esté todo más que claro?: me temo que no.

Cuando te piden tantas veces confianza lo más probable es que te inquietes y que desconfíes. Por mucho que nos animen a consumir, todos estamos ahorrando como locos por si acaso vienen peor dadas en el futuro próximo. ¿Cómo vamos a invertir en un piso, por ejemplo, ahora si todos esperamos que bajen más? ¿Cómo vamos a invertir en bolsa si está muy volátil y puede bajar más?

Los bancos pronto se darán cuenta de que su negocio es prestar dinero y empezarán a prestarlo, aunque sea tomando algo de riesgo, pero por mucho que el Presidente les inste a prestar dinero no lo van a hacer ahora a menos que tengan todas las garantías. Si lo hicieran, ¿sería bueno para ellos y, por ende, sería bueno para la economía?: No.

Queridos amigos, las crisis se pasan purgando el sistema. Purgar los excesos pasa porque muchas empresas, las menos eficientes, caigan, y eso dará lugar a que haya más y más desempleo. Es doloroso, dolorosísimo, pero inevitable. No es con llamadas a la confianza, llamadas a la responsabilidad de la banca o a que los que puedan consuman como se arregla.

Se pueden paliar los efectos de la crisis con un programa de fuerte inversión pública, con una protección adecuada a los que se vean más afectados, inyectando liquidez y comprando activos a la banca, pero no le pidamos a la gente ni a la banca, en serio, que actúe en contra de lo que su razón le indica, porque no lo hará.

A todo esto, el PP sigue entretenido en su lucha interna, tirándose dosieres a la cara, investigándose irregularmente unos a otros y encantados de que haya crisis. Al menos eso es lo que parece. A mí, cada vez que les oigo, me dan la impresión de que están encantados de que nos vaya tan mal. Como esa misma impresión se la estén dando a muchos van a pagar un alto precio electoral. Se están equivocando otra vez más. La crisis les había puesto muy fácil desgastar al Gobierno y no lo están consiguiendo. La situación es como para que le sacaran diez puntos en intención de voto al PSOE y no es así. ¡Qué mala oposición están haciendo! ¡Qué malos son!

Falta unidad de verdad entre los partidos para afrontar la crisis. Eso sí que nos daría confianza: ver que se dejan de tirar los platos a la cabeza un rato para pensar en sacar esto adelante juntos. Pero no. Unos a negar las evidencias y otros a exagerar lo mal que estamos. Mientras, en otros países, Gobierno y Oposición están trabajando juntos. ¡Qué envidia!

Con la cantidad de reformas que tenemos pendientes, los partidos y las oligarquías varias del país tratan aún de mantener sus anacrónicos privilegios que tanto rigidizan el sistema. No paramos de verlo cada día. Nadie parece darse cuenta de que lo mejor sería estar trabajando para facilitar que cuando llegue el momento podamos salir mejor de la crisis. Notarios, jueces, procuradores, funcionarios públicos, y sobre todo, el aparato de los partidos y los políticos en ejercicio, los que mandan, no paran de darnos muestras de que no abordan las reformas que necesitamos porque lesionan sus intereses. ¡Llamemos a las cosas por su nombre!

De una vez por todas pónganse a la tarea. En España es difícil crear una empresa, es difícil cerrarla, hay trabas para contratar gente y para despedirla, no se consigue fácilmente crédito, hay pocas garantías para los inversionistas, etc., etc. ¿Por qué no lo arreglan de una santa vez olvidándose de que al hacerlo van a perjudicar los intereses de algunos grupos? ¿Es que no es más importante el interés de todos? Atrévanse a gobernar, propongan reformas y sacrificios razonables a todos; y a la oposición, atrévanse a proponer algo sensato y dejen de dar la lata con lo mal que estamos: ¡ya lo sabemos!

¡Unos y otros me tienen harto! ¡Nos tienen a todos más que hartos! ¡Vale ya!