Voy a intentar contestar a las cuatro preguntas que plantea Fran, por su orden, aunque de forma sintética – ¡ando mal de tiempo!-. Ya sé que me pides un artículo largo y sesudo sobre el tema pero de momento tienes que conformarte con ésto. ¡A ver si encuentro un rato para complacerte! Ahí van:

A la primera pregunta: ¿Estamos ante el fín de aquella globalización (mal ejecutada a mi corto entender), y la vuelta a un esquema proteccionista a ultranza?

No creo que por profundo que sea el bandazo que está dando todo – esperemos que coyuntural aunque tenga efectos estructurales: ya nada volverá a ser igual –  vaya a suponer el fin de la globalización. La globalización es imparable. El abaratamiento de los transportes y la extensión universal de la red hace de este mundo una aldea global. No se le pueden poner puertas al campo. Aunque se desaten algunas medidas proteccionistas, serán un mero accidente en el progresivo desarme arancelario y en la generalización de grandes áreas económicas con libre comercio y libre circulación de capitales. Ojalá que pronto la libertad incluya la libertad de movimientos de las personas, como ya ocurre en algunas de esas áreas – la Unión Europea -; más allá de los inconvenientes que a corto plazo pudiera presentar, la humanidad entera se beneficiaría de ello.

Vamos con la segunda: ¿Pueden las medidas proteccionistas resolver parte del problema, o por el contrario acentuarlo aún más?

Sin ninguna duda: las medidas proteccionistas serían funestas y agravarían el problema muchísimo. Bastaría ver lo que ocurrió en el 29. El reflejo de protegerse acaba siendo funesto para todos. La tentación es tremenda pero no debemos caer en ella. En la cumbre del G-20 se dijo claramente que no se comprometería la libertad del comercio mundial pero el compromiso se quedó en palabras. Ahí sigue atascada la Ronda de Doha y nadie parece querer de verdad desatascarla.

La tercera: ¿Pueden resultar eficaces de forma transitoria o son mensajes en clave de popoluaridad política interna?

No serían eficaces, a mi juicio, ni a corto plazo. Cada uno al protegerse puede pensar que estaría mejor, pero como todos pensasen lo mismo todos resultarían perjudicados. Es un dilema del prisionero en el que pensando cada uno en ganar el resultado es que todos pierden. En este momento, con una gran crisis afectando al empleo y millones de nuevos parados,  la tentación populista de cualquier gobernate es difícil de resisitir. Esa es la razón por la que corremos un gran riesgo. Aunque en las cumbres se comprometan, en cuanto llegan  a sus países se les escapan medidas de este tipo. Reitero que ese riesgo existe y como caigamos en él entonces sí que tardaríamos más de diez años en salir de ésto.

Y al última: ¿Queda algo en éste país (y ahora me refiero al nuestro) susceptible de ser protegido?. De ser así, ¿sería razonable que nos planteásemos medidas semejantes?

España es una economía muy abierta. Cualquier restricción nos perjudicaría. En primer lugar estamos en la Unión Europea que para nosotros representa mucho más que la mitad de de nuetro comercio exterior y eso no es modificable. Además no podemos tomar iniciativas al margen de la UE en este campo. Hay gente que piensa en la dependencia que tenemos del exterior y deduce que es malo. No es así. Las autarquías son funestas. Cada país debe especializarse en lo que puede hacer mejor, como ya propugnaba Adam Smith, en «La riqueza de las naciones» y comerciar entre ellos de la forma más libre posible.