Quien haya asistido a mis clases seguro que me ha oído decir que la única condición que nos exige la vida para poder vivirla dignamente es no tenerle miedo. Siempre insisto en que no se le puede tener miedo a la vida. Sólo se vive una vez y no se debe vivir asustado la única vida que se nos da.

La vida actúa frente a los hombres como la mayor parte de los perros de guarda y defensa: sólo acaban mordiendo a aquellos que les tienen miedo; a los que no les temen es muy difícil que les ataquen. La vida es igual que esos perros y también suele morder a quien la teme y deja a salvo de sus peores ataques a quien no le tiene miedo. El miedo es el peor compañero, el peor socio; nada digno de ser tomado en consideración se puede hacer con miedo.

Si en alguna situación difícil te da miedo hacer lo que te pide hacer tu voluntad serena, hazlo cuanto antes si no quieres entrar en el rebaño de los manejados del que no se suele salir fácilmente.

Nuestros miedos son casi siempre injustificados. Y la mayor parte de nuestros miedos los provocan quienes quieren manejarnos y condicionarnos: ¡Qué si nos aumentan el sueldo aumentará el paro!, ¡qué si el estado se hace finalmente laico, – lo laico que deberíanos ser – nos cargaremos las esencias de nuestra cultura ancestral y eso nos va a llevar a la catástrofe!, hasta: ¡qué si no cumplimos con las reglas de la secta dominante nos condenaremos! Pero, no os dejéis asustar ni engañar jamás. Con lo que pretenden asustaros son sólo fantasmas o espantajos construidos al efecto,  que ellos – los que os quieren manipular y servirse de vosotros – agitan delante de vosotros para amedrentaros y conseguir que os dejéis dominar. Recordad, como dice Serrat – no paro de citarle ultimamente – que los fantasmas no son nada si les quitas la sábana. En cuanto tiras de la sábana no hay nada.

Eso no quiere decir que hagáis de vuestra capa un sayo, sed siempre leales a vosotros mismos, pero, por encima de todo, no os dejéis asustar por los que os quieren manipular. Cuando venga el coco a meteros miedo mandarle a algún sitio feo que es donde debe estar.