Estoy por aquí desde que empezó el mes de Diciembre y no he querido escribir nada antes de poder “platicar” con todo el mundo, leer la prensa local, ver la televisión, etc. durante dos semanas, para hacerme cargo de la situación y no precipitarme en mis apreciaciones.

Para mí México es algo muy cercano, casi propio. Tengo, como algunos de vosotros ya sabéis, dos nietos mexicanos y visito regularmente el país desde hace siete años, desde que mis hijos viven aquí, en Querétaro.

Durante estos siete años México no ha parado de mejorar. ¿Podrá seguir haciéndolo? En pocos meses México afrontará unas elecciones legislativas; no son elecciones presidenciales, pero revisten gran importancia en un contexto en el que hay tres grandes partidos en el parlamento: PAN, PRD y PRI, con presencia parecida, sin que ninguno pueda alcanzar la mayoría. La situación política, después de los muchos problemas que provocó la oposición radical del PRD al comienzo del mandato del actual Presidente de la República, con sonoras protestas en la calle por lo apretado del triunfo, que de entrada no admitían, ya hace meses que se aplacó. Esta línea de no admisión del resultado y de oposición frontal enrabietada ha desgastado algo al PAN, el partido del Presidente Felipe Calderón; pero sobre todo, a nuestro entender, ha desgastado aún más al propio PRD, y especialmente a su líder, como evidencian las encuestas; y, curiosamente, le ha dado oxígeno al PRI, el partido que gobernó México durante décadas, en el que cada Presidente electo, designaba al candidato que le iba a seguir a través del famoso “dedazo”, después de meses de dudas y cábalas acerca de quién sería el “tapado”. El nombre – Partido Revolucionario Institucional – es toda una declaración de lo que el partido representa. Afortunadamente para México eso parece ser algo del pasado y la alternancia está establecida, con los obvios efectos beneficiosos que supone. Desde el punto de vista institucional, México continúa evolucionando lentamente hacia una sociedad cada vez más democrática, a través de reformas basadas en el consenso de los tres partidos. No parece que las elecciones vayan a provocar cambios sustanciales en ese panorama, aunque faltan aún varios meses y el deterioro de la situación económica, junto con el desgaste que trae consigo gobernar tomando medidas fuertes, se está notando. Ahora, por ejemplo, el PRI está atacando demagógicamente al Gobierno promoviendo la implantación de la pena capital para los secuestradores que asesinen, cuando México está comprometido a través de muchos tratados y acuerdos internacionales a no implantarla. Hay que oír los argumentos que se están empleando en prensa y TV en esta campaña para ver hasta qué punto es demagogia preelectoral que apela a los más básicos instintos del ser humano.

Felipe Calderón ha emprendido una durísima batalla contra el narcotráfico, cuya estructura delictiva ya amenaza gravemente al conjunto del estado, en la que, por vez primera ha involucrado al ejército. Está plantando cara con firmeza sin precedentes a la delincuencia organizada y también ha emprendido una campaña de tolerancia cero ante la corrupción rampante que afecta a gran parte de las estructuras públicas y privadas de la economía, la policía, la judicatura y la administración mexicana. Prosigue en el país – con éxito relativo, por no decir sin éxito – la lucha contra la pobreza: de acuerdo con las estimaciones del propio Gobierno, el 40 % de la población es pobre y el 18 % es extremadamente pobre.

El Gobierno ha seguido, en general, una política económica ortodoxa, que hasta hace bien poco le estaba dando buenos resultados. México, con ciento cinco millones de habitantes, la mayor nación entre las que hablan nuestro idioma, es la segunda economía más grande de América Latina. Tiene muchos recursos naturales, un clima amable, un litoral de más de 11.000 km. y una frontera de 3.000 km. de longitud con los EEUU, lo que representa la mayor y más amplia brecha de renta del mundo y explica el tremendo movimiento migratorio de mexicanos hacia el Norte. Como bien dice un corrido del famoso grupo “Tigres del Norte” titulado “Somos más americanos” que habla de los sentimientos de un emigrado a EEUU: “yo no crucé la frontera, la frontera me cruzó, América nació libre, el hombre la dividió…, yo soy la sangre del indio, soy latino, soy mestizo, y si a los siglos nos vamos somos más americanos que todititos los gringos”. Para los mexicanos los ocho estados que EEUU les usurpó – Texas, California, Nuevo México, Arizona, Colorado, Nevada, Utah y Wyoming – son cada vez más suyos. México es el país del mundo con mayor población emigrada al extranjero, principalmente a los EE.UU., lo que representa perder anualmente un gran capital humano con gran potencialidad productiva, aunque eso reduce la presión de la demanda de trabajo en el país. La regularización de los ilegales, que parece claro que el Presidente electo de EEUU propicia, y un posible acuerdo migratorio con EE.UU. son los temas candentes de la agenda bilateral.

La evolución del PIB mexicano depende mucho del comportamiento de la economía de los EEUU. Entre 2001 y 2003 la situación fue de casi estancamiento económico; en 2004 la economía volvió a crecer; en 2005 se mantuvo la tendencia, aunque a un ritmo menor por el impacto de la caída de la demanda de los EE.UU.; en 2006 el crecimiento llegó al 4,9 %; en 2007 fue del 3.2 %; en 2008 apenas llegará al 2 %; en 2009 la estimación es del 1 %; y sólo en 2010 se prevé que cambie la tendencia con una estimación de crecimiento algo superior al 3 %. El bajo crecimiento de este año y del próximo supone de hecho una recesión para un país en desarrollo que necesita tasas más acordes con el potencial de crecimiento de su economía para crear o simplemente sostener el empleo.

El valor de las exportaciones representó el 32% del total del PIB en 2007. Según el Banco Mundial, en 2007, la renta per cápita era de 8.340 dólares, la más alta en América Latina. La esperanza de vida al nacer era de 74 años, en 2006, la escolarización de los niños pequeños era del 98 %. México es ya una economía muy abierta, de las más abiertas del mundo, y ha mejorado su flexibilidad; con todo, aún queda mucho por hacer. Como decía el otro día en la conferencia que dicté desde Querétaro para dieciocho campus de la Universidad del Valle de México: de 181 economías analizadas por el informe “Doing Business 2009”, México ocupa el lugar 115º en facilidades para abrir un negocio, el 33º para conseguir permisos de construcción, el 141º para contratar trabajadores, el 88º en registro de propiedades, el 59º en obtención de créditos bancarios, el 38º en protección eficaz de inversores, el 149º en carga impositiva, el 87º en tráfico transfronterizo, el 79º en garantía de cumplimiento de contratos y el 23º en facilidades para el cierre de empresas. Para relativizar estos datos transcribo los del mismo informe para España, que no son mucho mejores: España ocupa el lugar 140º en facilidades para abrir un negocio, el 51º para conseguir permisos de construcción, el 160º para contratar trabajadores, el 46º en registro de propiedades, el 43º en obtención de créditos bancarios, el 88º en protección eficaz de inversores, el 84 en carga impositiva, el 52º en tráfico transfronterizo, el 54º en garantía de cumplimiento de contratos y el 19º en facilidades para el cierre de empresas. En conjunto España es el 49º del ranking en facilidades para hacer negocios y México el 56º. Los dos países tenemos trabajo si queremos que nuestras economías salgan con más facilidad de la crisis.

La inflación general anual en México subió en el tercer trimestre al 5.48 %; en el segundo trimestre era de 4.92 %. Aunque el menor crecimiento global y el descenso del precio del petróleo y el resto de primeras materias alivian esa tensión y se prevé una disminución de la inflación en 2009. Gravemente afectado por la brutal caída de la demanda a EEUU a dónde exporta muchas de sus manufacturas y por la caída de los precios del petróleo que también exporta significativamente, México afronta una etapa dura de ajuste que debe aliviar con inversiones públicas en infraestructuras para lo que ya tiene un ambiciosísimo plan, que ahora se enfrentará a dificultades adicionales para su financiación que esperemos que sepa resolver. Todo esto en medio de una lucha a muerte contra el narcotráfico, contra la delincuencia organizada, contra la corrupción y con el reto de disminuir la pobreza extrema y mejorar la educación y la salud. Además, por si fuera poco, tienen muchos desafíos institucionales que abordar en la organización política, administrativa, legal y judicial.

Pero México es un país extraordinariamente joven y dinámico que está en plena transformación. Los menores de 15 años son el 30 % de la población. En los próximos diez años ingresarán al mercado de trabajo casi un millón de mexicanos. La demanda de educación es cada vez mayor a todos los niveles. La edad media es de 30 años en 2008 pero pasará a 43 en 2050. Los cambios en la pirámide de población durante los próximos treinta años serán tremendos. Entre 2008 y 2050, la proporción de los menores de 15 años en la población total disminuirá de 30 a 17 %. Y el porcentaje de población en edad laboral llegará al 65.0  % en 2020, para descender a 62.0 % en 2050. La tercera edad – 65 años o más – pasará del 5.6 % en 2008 al 21.2 % en 2050.

Esperemos que al Presidente Calderón le vaya bien en la gestión de estos retos. Hasta ahora valor no le ha faltado. Los mexicanos siempre han sido valientes. La vida reserva lo mejor que tiene para aquellos que esperan más de ella. ¡Qué no les falte la esperanza a los hermanos mexicanos; que, si se lo proponen, podrán con todo!

¡Viva México!

Ciudad de México, 12 de Diciembre, día de la Virgen de Guadalupe, de 2008.