El blog de Gustavo Mata

Estrategia: Las reglas del juego en los negocios

HORTERAS

Un hortera es el que pretende ser elegante sin serlo, y eso canta. Se ve a la legua. La elegancia no consiste en llamar la atención, como piensan los horteras, eso es pretender que se note tu presencia y es la condición previa para llegar a ser un verdadero hortera; la elegancia es, en todo caso, que al menos alguien note tu ausencia y te eche de menos cuando no estás.

Hay estos días un debate en la prensa sobre la forma en la que se presentó vestida la Ministra de Defensa a la recepción con motivo de la Pascua Militar. El asunto no tiene mayor importancia. Sobre todo no tiene ninguna importancia al lado de los problemas que aquejan al mundo. Pero demuestra hasta qué punto hemos perdido el respeto por las normas. Y eso tiene más importancia de lo que parece.

¿Por qué no se han respetado las normas? Primero la Ministra no respeta las normas porque una señora debe vestirse de traje largo para una ceremonia y no de pantalones. Segundo porque la explicación que da de por qué va así vestida demuestra que es una hortera de libro; el smoking es, en todo caso, un traje de fiesta y no de ceremonia, aunque no de fiesta muy protocolaria, porque si fuera así lo adecuado sería un frac, y para tarde o noche, nunca para mañana; y la segunda por dejar decir a su gabinete que los responsables de protocolo de la Casa Real lo habían autorizado. Esto último demuestra dos cosas: por parte del Ministerio imprudencia por echarle la culpa a la Casa Real e ignorancia por razones obvias y, de otro lado, que en la Casa Real hay unos señores con estilo que nunca van a afear la decisión de una Ministra del Gobierno de España por inadecuada que ésta sea. Recuerdo que cuando en tiempos de Alfonso XIII un invitado a Palacio decidió beber el agua del recipiente de cristal con agua y limón que se suele poner cuando se sirven mariscos, o algo en lo que sea casi imprescindible usar los dedos, aunque lo apropiado sea no usarlos, los cortesanos se rieron, y entonces el Rey hizo lo mismo que el invitado, se bebió toda el agua con limón del recipiente, por lo que, a continuación, toda la corte se bebió el agua de sus recipientes de la misma forma, hasta el final. Eso es exactamente ser elegante.

Luego, la reacción de los periódicos no demuestra más que en la prensa abundan los horteras. Eso ya lo sabíamos, pero se demuestra una vez más. Nadie da en el clavo al señalar la importancia del tema ni la causa de que sea más o menos importante.

¿El viejo mundo se acaba? ¡Qué lástima! ¿O somos los viejos los que nos estamos acabando? ¡Probablemente! En fin, yo soy de aquellos chapados a la antigua, de aquellos que aún prefieren mandar flores…

En fin ¡Oh tempora, Oh mores!

10 Comentarios

  1. Sergio Francisco Miranda Cazarez

    enero 8, 2009 at 4:08 am

    Muy interesante su blog Sr. Mata saludos desde Mexicali, Baja california, Mexico.

  2. Un gusto que desde tan lejos en la geografía y tan cerca en el corazón se interesen por el blog.
    ¡Viva México!
    Gracias Sergio.

  3. Estimado amigo:

    Mientras que en la franja de Gaza, todo tipo de seres humanos, repugnantes ayatollahs, terroristas sanguinarios, soldados con una consigna clara, ayudantes espantados de la ONU, mujeres embarazadas y niños indefensos beben del manantial de la violencia, a estas horas en el que el senado de USA respalda las acciones del estado de Israel, en este momento en el que la ONU pone pies en polvorosa después de verse atacado, ahora que el fantasma del fascismo genocida y medieval aparece en los periódicos con cuerpos descuertizados y miembros carbonizados: los pantalones de esta señorita me importan un pimiento.

    Un cordial zapatazo,

    Lord Daven, trovskista

  4. Daven querido,como decía en el post:
    «El asunto no tiene mayor importancia. Sobre todo no tiene ninguna importancia al lado de los problemas que aquejan al mundo.»
    Ya ves que en eso estamos de acuerdo.
    Un protocolario saludo de tu amigo.

  5. Pablo de Tarso

    enero 9, 2009 at 2:27 pm

    Usar smoking en una ceremonia es como ir con traje regional a una discoteca. Puede que un detalle sea más o menos importante, pero estoy de acuerdo con Gustavo, y la forma es más importante que el contenido muchas veces, sobretodo cuando se trata de un alto cargo. Si nuestros políticos no siguen las normas, es como tener un jefe que fuma en su despacho, cuando los demás salen a la calle para hacerlo. Con tanta diarrea informativa en los medios de comunicación en España estos días, no tengo ganas de hablar de esas cosas estos días. Saludos invernales.

  6. Guillermo Suárez

    enero 13, 2009 at 6:05 pm

    Voltaire dijo una vez que todo hombre es formado por su siglo, muy pocos se elevan por encima de las costumbres de su tiempo.

    No pretendo ensalzar a la ministra, creo que no se lo merece pero tampoco se merece lo contrario por haber aparecido vestida así, otra cosa es que hubiese aparecido vestida de Espinete. Ya va siendo hora de olvidarnos del protocolo (que no del respeto), de obviar menudencias como esa y de darle importancia a las cosas que de verdad la tienen.

    Por otro lado considero poco acertado el mentar el respeto al protocolo o a las normas, ejemplarizándolo a través de la Casa Real (aunque fuese Alfonso XIII) cuando el Príncipe ha sido el primero en obviar la primera y más importante norma de la casa real como hizo al buscar esposa entre el vulgo.

  7. Bienvenido al blog.
    Gracias por el comentario.
    Saludos protocolarios.

  8. Como dijo Coco Chanel, «viste vulgar y sólo verán el vestido, viste elegante y verán a la mujer». Muchas veces cuando se quiere destacar como en este caso, se acaba metiendo la pata estrepitosamente y perdiendo de perspectiva lo que realmente importa, por lo que cuidar las formas es fundamental y más cuando todo el mundo mira.

  9. Esto de la elegancia es interior. hay que resignarse, no se puede enseñar, si se es elegante se puede uno instruir e informar, si no, apaga y vámonos, y lo peor es que siempre va a haber horteras.
    Resignémonos, y eso que yo soy de izquierdas, debe ser en el fondo y no en la forma: ¡me niego a que sea así!
    ¿Soy el último pijo progre que queda? O ¿soy un imbécil más? No lo sé. Y, lo peor; ¡me da igual!

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