El blog de Gustavo Mata

Estrategia: Las reglas del juego en los negocios

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VENDER: ¿ARTE U OFICIO?

El perfil psicológico más adecuado, el que inevitablemente tienen todos los profesionales destacados del área de ventas, está muy bien definido.

Simplificando mucho podemos definir tres modos básicos de sentir. Personas introtensivas, cuyas emociones más profundas, se encuentran en su propio interior, en torno a una bien asentada escala de valores, alrededor de su personal modo de ver la vida. Estas personas perciben con dificultad lo que ocurre en su entorno, pero tienen creatividad y una gran vida interior. “Yo soy así, que quieres que le haga”, es la frase que repiten a menudo y que puede definir mejor esa forma de sentir. Otras personas son extroversivas, viven volcadas hacia su entorno. Por ello, perciben con gran claridad cualquier cambio que se pueda producir a su alrededor, nada se les escapa. Estas personas suelen valorar tanto el equilibrio con lo que les rodea que, antes de entrar en conflicto, ceden de su posición. Son capaces hasta de disfrazar su auténtica forma de sentir con tal de evitarlo. El tercer modo de sentir es una combinación de los anteriores. Estas personas, tienen un sentir dual, son dilatadas, perciben muy bien su entorno, están muy abiertos hacia el exterior, pero también tiene una potente vida interior. Por ello captan muy bien todo lo que está ocurriendo cerca de ellos. Pero también procesan incesantemente los muchos estímulos que reciben en base a su intenso y rico mundo interior. Elaboran conclusiones, que vuelcan de nuevo hacia su entorno, analizando el impacto que crean en él, en un proceso cíclico, que se retroalimenta continuamente. Esta predisposición está en la base de la intensa inter-actuación que este tipo de personas consigue con todo lo que les rodea.

Esta es la forma de sentir que caracteriza a los comerciales más exitosos. Las personas que tienen esta dualidad de modos de sentir son las que con más facilidad logran éxito en las actividades comerciales. Ser un buen vendedor no es sólo ser un buen “relaciones públicas”, alguien que es amigo de todo el mundo y que nunca genera conflictos con nadie. Para vender es necesario interactuar, detectar la necesidad del cliente y saber resolverla.

Pero además de esa predisposición psicológica, vender requiere método. Pese a que en muchos casos la imagen tópica del vendedor se aleje de ese estereotipo metódico y minucioso, no es posible tener éxito en las ventas sin un método, sin una disciplina y sin un sistema. Pensemos un poco y no seremos capaces de recordar a ningún buen comercial separado de una voluminosa y bien ordenada agenda. Pese a los tópicos y a las imágenes superficiales, todos sabemos que los buenos comerciales son metódicos y sistemáticos, además de abiertos, simpáticos, pertinaces e inasequibles al desaliento.

Gustavo Mata Fernández-Balbuena

¿POR QUÉ?… ¿Y POR QUÉ NO?

Si quieres ser un buen directivo aprende a preguntarte siempre el porqué de las cosas, busca siempre las causas de lo que ocurre, así es como encontrarás las soluciones a tus dilemas.
Pero si quieres ser un directivo excelente, ante cada reto que se te planteee, pregúntate: ¿y por qué no?, sé ambicioso, recuerda que sólo vuelan los que se atreven a lanzarse a volar.

Gustavo Mata Fernández-Balbuena

LA FALACIA DE LA RETRIBUCIÓN VARIABLE

Al final de cada año son muchos los que se encuentran inmersos en la ceremonia del “bonus”: unos deben determinar éste para sus subordinados; otros cavilan sobre la cuantía exacta de su premio anual: ¿hasta qué punto se considerarán alcanzados los objetivos cualitativos establecidos en la retribución variable?; ¿habrá otra vez ajustes inesperados por causas sobrevenidas?; ¿me la van a volver a jugar? En el caso de que el premio anual colme o supere sus expectativas personales se alegrarán; pero, ¿cuánto les durará la motivación?: poco tiempo; el dinero, sobre todo a partir de un cierto nivel retribuido, no motiva; son otras las necesidades que se esperan cubrir; pero en el caso de que sea inferior a lo que esperaban, simplemente con que sea un poco más baja de lo que estimaran que debería ser, ¿cuánto les durará la desmotivación?, probablemente mucho tiempo.

El trabajo de los Directivos consiste en lograr resultados a través del trabajo de otros; se trata de hacer que otros hagan. Pero cada grupo a cargo de un Directivo trabaja coordinadamente con otros grupos y todos ellos, a su vez, dependen de otro Directivo. ¿Qué premiar, entonces?: ¿el cumplimiento de los objetivos globales o el cumplimiento de los objetivos de cada grupo?

Supongamos que los objetivos estuvieran bien asignados; es decir que la pirámide de objetivos asignados a todos y cada uno fuera consistente. Así, los objetivos globales deberían alcanzarse cuando todos y cada uno de los objetivos parciales se hubieran logrado. Eso supondría que con que uno sólo de los objetivos parciales no se cumpliera ya no sería posible alcanzar el objetivo global. ¿Se imaginan la cara de los Directivos que no pudieran alcanzar su premio por el objetivo global, cuando la causa fuera que uno de ellos no hubiera logrado su objetivo parcial? ¿Creen que de verdad cohesiona a los equipos asignar premios a objetivos globales? Fijar incentivos a los objetivos globales no es tan incentivador como parece; aunque muchos piensen que así se cohesionan los equipos, no está tan claro que así sea.

Aunque si fijáramos el incentivo sólo al logro de los objetivos de cada Dirección, olvidándonos del objetivo global, tampoco está nada claro que el sistema funcionara bien; los objetivos parciales son mutuamente interdependientes; el logro de los objetivos de cada uno depende del logro de los objetivos de los demás. En el momento que no esté claro que los objetivos a alcanzar sobre los que se configure la retribución variable dependen realmente del Directivo a quien se le asignan, y no de los otros, el papel de incentivo por la consecución de los objetivos parciales se tambaleará. Si el premio no depende del resultado de la gestión propia; si no está clara la conexión entre desempeño y resultado ¿qué incentiva el premio? Desde el punto de vista matemático, pensando en la optimización del resultado global de acuerdo a la influencia marginal que cada resultado parcial tuviera en éste, considerando lo fundamental, la influencia que el incentivo a los objetivos parciales tuviera sobre el resultado parcial, resulta imposible, en casi todos los casos, encontrar una solución congruente

Aunque, realmente, casi nadie asigna objetivos parciales desagregados de forma coherente con el objetivo general; yo, sinceramente, nunca he visto que la fijación de los objetivos parciales se haga de forma coherente: siempre se apunta a que cada objetivo parcial sea muy exigente, contando con que tal vez no se llegue a alcanzar, lo que lleva a que la suma de los objetivos parciales no lleve al objetivo general. Eso nos mete en otra trampa aún peor: si los objetivos parciales son inconsistentes con el objetivo general y, probablemente, mutuamente inalcanzables, ¿cuál es la primera consecuencia?: los Directivos a cargo de las Direcciones funcionales entienden inmediatamente el juego al que se les está sometiendo, ¡no son tontos!, y extraen la consecuencia: no es verdad lo que les plantean; no es tan crítico alcanzar el objetivo parcial asignado; a partir de ese momento, perdida la credibilidad, ¿qué queda del sistema?

De otra parte, al mismo tiempo que se decide y comunica el premio del año pasado se fijan los objetivos del año en curso; todos saben que el nivel de exigencia sobre los objetivos es siempre creciente, de tal manera que si este año el Directivo ha alcanzado o sobrepasado sus objetivos los del próximo año serán más difíciles de alcanzar que si en este año no se han logrado. ¿Qué efecto creen que tiene eso en la gente? ¿Por qué no piensa en el efecto que eso tiene en usted cuando está en la misma circunstancia? Yo se lo digo, no contribuye en nada a mejorar los resultados de la organización; todo lo contrario, está desmotivando.

Mucha gente piensa que es fácil administrar un sistema de premios; se equivocan; administrar premios es mucho más complicado, me atrevo a decir infinitamente más difícil y exigente, que administrar castigos. Cuando castigas, castigas a uno, pero cuando premias a uno estás castigando a todos los demás; los que se sienten no premiados piensan que han sido castigados. Créanme, no es nada fácil administrar premios. En consecuencia, los Directivos a veces se obsesionan por diseñar un sistema de incentivos justo; ese es un error de enfoque: los sistemas de incentivos deberían ser, fundamentalmente, incentivadores; probablemente el Director, tratando de diseñar algo, en primer lugar “justo”, diseñe un sistema que no llegue a ser nunca incentivador. Los sistemas de incentivos deberían ser, ante todo, incentivadores, aunque tal vez para eso deberían ser justos, pero nunca al revés.

Con todo, lo más importante es saber que los premios o los castigos no sirven para modificar las conductas. Para modificar conductas lo que funciona es el ejemplo que reciben de su jefe, la ayuda que éste les da, lo que les enseña, la información clara y oportuna de cuánto les afecta individual y colectivamente, el respeto a su singularidad, la disponibilidad permanente, etc. Muchos jefes “delegan” en un sistema de retribución variable por objetivos la motivación de sus empleados, olvidándose de que ésta depende de lo que acabamos de señalar y no de los premios o incentivos. Otros hacen algo mucho peor: tratan de manipular a los dependientes, conscientes del poder que la fijación de la retribución les da.

Es preciso retribuir inteligentemente a los Directivos y planear adecuadamente sus carreras; pero no veo que la solución sean los sistemas de retribución variable tal y como están concebidos hoy.

Gustavo Mata Fernández-Balbuena

LECCIONES DE LIDERAZGO EN EL MUNDO ANIMAL

El bisonte americano es un animal espléndido que alcanza más de tres metros de longitud y casi dos de altura. Hasta hace un par de siglos, al llegar el invierno, se reunía en rebaños de hasta cien mil ejemplares que emprendían largas migraciones hacia el sur, en busca de pastos abundantes y clima más suave.

Las grullas, son aves de gran tamaño. Durante sus grandes viajes en busca de las mejores áreas para anidar o pasar el invierno, son capaces de volar infatigablemente, a alturas hasta de tres mil metros, formando magníficas agrupaciones en forma de uve.

Los atunes alcanzan más de tres metros de longitud y pesos de más de media tonelada. Su espectacular dinamismo requiere una dieta pantagruélica. Nadadores infatigables, pueden alcanzar con facilidad velocidades de más de treinta nudos en apenas un segundo de esfuerzo. Reunidos en grandes cardúmenes, viajan cada primavera desde el Océano Atlántico, siguiendo una línea paralela a la costa, hasta sus áreas de cría en el Mediterráneo.

Una manada de bisontes, una bandada de grullas y un banco de atunes son tres agrupaciones de seres vivos que se mueven coordinadamente de acuerdo con un patrón de comportamiento compartido. Este patrón común confiere una extraordinaria cohesión interna al grupo y otorga ventajas a estas especies para adaptarse al medio con éxito. Aun tratándose de animales, podemos casi decir que bisontes, grullas y atunes, tienen una cultura similar. Sin embargo hay importantes diferencias entre ellos: La manada de bisontes se mueve al unísono siguiendo a un líder; si se le caza, toda la manada se queda perpleja al ver que el líder no reacciona ante el peligro, y, entonces, es posible desencadenar una gran matanza. Esta es la razón de que la especie se pusiera al borde de la extinción en unos pocos años, cuando el hombre blanco, no tan respetuoso con su entorno como los salvajes indios, llegó a las praderas del medio oeste americano. También las bandadas de grullas son conducidas por un líder que ocupa el vértice de su característica formación en uve, cuando vuelan a grandes alturas. Pero si éste fuera abatido, la grulla siguiente en la formación ocuparía inmediatamente su plaza y asumiría el papel de líder de todo el grupo, sin que apenas se advirtiera falta alguna de sincronía en el aleteo coordinado de la bandada. Eso es lo que hacen usualmente en sus largos jornadas de vuelo: relevos en el papel de líder entre unos pocos individuos dominantes que ocupan siempre los lugares próximos al vértice de la formación. Los atunes se mueven en grandes bancos a enorme velocidad y con una sincronización absoluta. Identificar al líder que guía este movimiento es imposible. Falte quien falte, el movimiento del cardumen sigue estando coordinado como si del mejor equipo imaginable de ballet acuático se tratara. Todos se mueven al unísono porque reaccionan de la misma forma ante los mismos estímulos. Podemos decir que cada uno de ellos es el líder o que el liderazgo es compartido por todos.

Un hombre solo no hace cultura de empresa; para generarla hace falta un grupo que le siga. El papel del líder fundador es fundamental en el proceso de fijación de la cultura empresarial; todos acabarán asumiendo parte de su forma de ser y sus creencias, pero es el aprendizaje del grupo, la experiencia compartida por todos lo que permite el desarrollo de la cultura. Las organizaciones jóvenes, suelen estar hechas a imagen y semejanza de sus fundadores, basadas en las creencias y en los principios de sus líderes. No es extraño que sufran una gran crisis cuando han de plantearse la sucesión o el cambio. A veces las empresas no sobreviven a estas crisis. Les resultan insuperables. La dependencia del líder es aquí como en la manada de bisontes.

Otras organizaciones tienen un liderazgo compartido. Como en la bandada de grullas el papel del líder puede ser asumido naturalmente por alguno de entre los directivos de primer nivel sin que se resienta nada en la organización. Están mejor preparadas para afrontar los cambios y las sucesiones.

Pero el modelo ideal, casi utópico, es el del cardumen de peces capaces de reaccionar como un solo organismo ante los estímulos externos. La reacción idónea ante cada estímulo por parte de todos y cada uno de los miembros es equivalente a que cada miembro sea el líder. Todos son dueños de su destino: un destino que comparten. Ese es el modelo realmente apropiado para agrupar seres humanos verdaderamente libres, en un destino empresarial compartido.

Gustavo Mata Fernández-Balbuena

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