El blog de Gustavo Mata

Estrategia: Las reglas del juego en los negocios

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ESTOY YENDO CADA JUEVES A BUSINESS TV

Desde hace algún tiempo participo en la tertulia que se emite al filo de las 9 de la noche en este canal de TV. Si os apetece podéis verme en directo o bajaros el programa que se queda archivado en la web (es la segunda parte; es muy largo y lo archivan partido en dos).

¿IZQUIERDISTA LIBERAL O LIBERAL DE IZQUIERDA?

¿Qué soy: un izquierdista liberal o un liberal de izquierda?

Voy a utilizar el famoso gráfico de Nolan para explicar mi posición.

Soy partidario de la libertad individual, no me gustan nada los rebaños, soy un individualista radical, lo que me ubica en la parte izquierda del gráfico.

Y creo en la libertad económica como la mejor forma de reasignar los recursos;  pero para ser libres necesitamos reglas que cumplamos todos; y la libertad económica plena deja a muchos de los menos capaces fuera del sistema, lo que fomenta una desigualdad obscena que acaba frenando lo mejor de la libertad económica, que es la más eficiente asignación de los recursos.  Soy esencialmente solidario, y creo que los servicios de salud  deben estar al alcance de todos: no soporto la idea de que alguien pueda estar desasistido en sus problemas de salud desde que nace hasta que muere. También creo que la educación debe ser accesible para todos, por lo que debe haber un buen sistema público de educación y una política de becas eficiente que logre que ningún talento se quede sin desarrollar por limitaciones económicas. Todo eso me ubica en la parte media del cuadro de Nolan en la dimensión vertical.

Está muy claro lo que no soy: ni totalitario de izquierdas ni de derechas; el comunismo y el fascismo me repugnan. Tampoco soy neoliberal ni tengo nada que ver con el “tea party”; ¡no me gustan nada! Pero que haya tendencias de pensamiento político que no me gusten no me separa ni un milímetro de mi sentir profundamente democrático. Me encanta la frase de Gregorio Marañón: “Ser liberal es, precisamente, estas dos cosas: primero, estar dispuesto a entenderse con el que piensa de otro modo; y segundo, no admitir jamás que el fin justifica los medios”. Por eso me escandalizo tanto de hasta dónde hemos llegado en este siglo XXI en esta supuesta defensa de la libertad que implica saltarse todos los códigos éticos y las más elementales normas del derecho.

Pero, ¿qué soy?: ¿un izquierdista liberal o un liberal de izquierda? Pues no lo sé muy bien. También me encanta la frase de Indalecio Prieto:  “Soy socialista a fuer de liberal”. Prieto fue redactor y propietario del diario bilbaíno El Liberal, y militaba en el PSOE;  junto con Fernando de los Ríos integraba el sector más moderado partidario de  “la libertad para ser libres”. Los primeros socialistas fueron liberales radicales. Y los inventores del estado moderno y sus límites a la libertad económica fueron también liberales. No está muy de moda serlo, pero al final creo que soy un típico socialdemócrata. ¿El último que queda?

ENTUSIASMO

Parece que el entusiasmo es algo propio de la juventud; con los años es más difícil entusiasmarse con nada o con nadie; ¿es inevitable que los años nos lleven a perder la capacidad de entusiasmarnos? Charles Kingsley decía: “Los años arrugan la piel, pero renunciar al entusiasmo arruga el alma”; el gran poeta y escritor nicaragüense Rubén Darío escribió que “lo único que necesitamos para ser realmente felices es algo por lo cual entusiasmarnos”; también Gregorio Marañón recomendaba que “no dejáramos que el entusiasmo se nos apagara nunca”.
Según el diccionario de la RAE, entusiasmo es, en primera acepción: exaltación y fogosidad del ánimo, excitado por algo que lo admire o cautive; y en segunda: adhesión fervorosa que mueve a favorecer una causa o empeño. Prefiero la segunda. El ánimo fogoso no me gusta nada. El entusiasmo es también, según el diccionario de la RAE, en tercera acepción: el furor o arrobamiento de las sibilas -mujeres sabias a quien los antiguos atribuyeron espíritu profético-; en cuarta: la inspiración divina de los profetas; y en quinta: la inspiración fogosa y arrebatada del escritor o del artista, y especialmente del poeta o del orador. Ese furor, esa condición de inspiración divina, de profético arrebato, a mí me resulta repulsiva. Soy un idealista entusiasta, pero abomino de los profetas. Creo que el hombre es dueño de su destino y que los profetas nos han hecho mucho daño; a veces nos obsesionamos con las profecías y éstas, por nuestra obsesión colectiva, y no por otra cosa, se acaban cumpliendo.

ELECCIONES EN PERÚ

El destino de Perú parece ser elegir para la Presidencia de la República entre lo malo y lo peor. Es el efecto perverso de la elección a dos vueltas.
Recuerdo que viví en Lima el final de la campaña electoral anterior en donde debían elegir entre un pésimo conocido: Alán García –un aprista que en su mandato anterior puso a la República al borde del abismo económico y social- y un pésimo por conocer: un Ollanta Humala radical y de matiz claramente chavista.
Luego las segundas partes han sido buenas y no malas y Perú, con una política muy razonable ha mejorado mucho su economía en el mandato de García y mucha gente ha salido de la miseria, aunque la desigualdad siga siendo lacerante y siga habiendo muchísima pobreza extrema.
Ahora la elección era entre un Humala: ahora reconvertido por Lula da Silva al socialismo moderado y, algo alejado de Chaves, y Keiko Fujimori: cuyo padre –ex Presidente de la República- sigue en prisión por los muchos delitos que acumuló como Presidente. Parece un mal sueño. La elección ha sido reñida y Ollanta Humala será el Presidente.
¿Volverán a tener suerte mis amigos peruanos?: Ojalá sea así. ¡Cosas más raras hemos visto!

ILUSIONES

Durante un tiempo, cuando era aún niño, tuve la idea de hacerme cura, cosa que desató el entusiasmo de mi abuela paterna Dña. Pilar García. Un entusiasmo, por otra parte, muy medido; realmente nunca la vi interesada a fondo por casi nada que no fuera hacer novenas, una tras otra. Cuando ya tenía catorce años decidí que esa no era mi vocación y se lo dije a mi abuela. Puso una cara de tremenda decepción y dijo: ¡ Gustavín: ilusión perdida! Aún no le he perdonado el comentario. ¿Soy rencoroso?
Pero ¿qué es una ilusión? La palabra Ilusión viene del latín illūsus, que es el participio de illudĕre, verbo que significa burlar. Y nuestro diccionario de la RAE señala como primera acepción para ilusión: “concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos”. Y algo ilusorio es algo bien engañoso, irreal, ficticio o algo de ningún valor o efecto, nulo. Pero como bien señala Julián Marías en su “Breve tratado de la ilusión” -libro que os recomiendo-, es a partir del romántico siglo XIX cuando la palabra ilusión adquiere nuevos significados, como: “esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo” o “viva complacencia en una persona, una cosa, una tarea, etc…” señalados como acepciones segunda y tercera por el citado diccionario de la RAE.
Aunque un iluso es alguien “engañado, seducido” o “propenso a ilusionarse, soñador”. Yo, pese a los avatares de la vida y de los años que acumulo, sigo ilusionado con muchas cosas e ilusionándome cada día con cosas nuevas; y no creo que por eso sea un iluso.

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